domingo, 16 de junio de 2013

El futuro para los optimistas

Hoy escribo en el tren, después de un mes de silencio me apetecía volver a escribir y dar señales de vida, aunque poco a poco me doy cuenta de que estoy abandonando esto sin ningún tipo de remedio.

Después de pasar el fin de semana fuera de casa y estando sentada en un tren lleno de gente con caras largas, soy consciente de que mañana es lunes y otra vez vuelta a la rutina, aunque realmente mucha rutina tampoco es que tenga; porque antes mis días se basaban en ir a la agencia y hacer prácticas de coche, algo que ya he dejado porque aprobé el carnet de conducir hace semanas, el día de mi cumple para ser exactos.

Mi profe de autoescuela es tan majo y le cogí tanto cariño que no dudé en recomendárselo a mi amiga Sara, que aprobó el teórico el día que yo me sacaba de encima por fin la autoescuela. Mis mañanas siguen siendo en Efe, pero cada una no tiene nada que ver con la anterior, y el carnet se sustituye por las tardes enclaustrada con Sara y nuestros respectivos trabajos de fin de grado, que aunque no quiera lo tengo ahí metido en la cabeza todo el día como un peso que me oprime las neuronas.

viernes, 17 de mayo de 2013

Aprovechando el tiempo

17 de mayo, Día das Letras Galegas.


Es una celebración instituida en 1963 por la Real Academia Gallega para homenajear a aquellas personas que destacasen por su creación literaria en idioma gallego o por su defensa de dicha lengua.


No estuve nunca tan involucrada en esta festividad como este año trabajando de redactora en la Agencia Efe, ya que hace semanas que empecé a rastrear información de Roberto Vidal Bolaño, dramaturgo homenajeado hoy, para ponerme al día y hacer algo sobre el tema.

Toda información era útil para poder llevar a cabo la entrevista que le hice a su hijo, Roi Vidal, y a su primera mujer, la actriz Laura Ponte, hace unos diez días; preguntas que escribí con mi inseparable Tere en la redacción y que les hice una mañana en la cafetería santiaguesa Airas Nunes.

domingo, 28 de abril de 2013

Tania Martínez

Hace mucho que no escribo por aquí, al pasarme al bando del periodismo como redactora, de lo que menos ganas tengo al volver a casa es de escribir todavía más, pero hoy me apetece presumir de amiga.

Tania Martinez Lareo, o lo que es lo mismo, la ganadora de la Galicia Fashion Week (GFW) dos veces consecutivas, en 2012 y en 2013. Paradójicamente el 13 es el número de la mala suerte, pero a ella le ha traído de la buena, una suerte que como digo siempre, no viene sola, hay que buscarla y trabajarla.

Hace ya un mes de la GFW cuando todos los periódicos gallegos se hicieron eco del galardón de Tania, y ayer tuve la suerte de acompañarla a un desfile en el hotel SPA OCA Galatea de Sanxenxo, al que fue invitada. En calidad de fotógrafa (y de amiga) pasé con ella todo el día; salimos de Santiago a la 1 del mediodía y volvimos a las 3 de la mañana. No puedo estar más contenta de haber visto desde dentro el trabajo en el que tanto empeño pone mi amiga día a día.

sábado, 13 de abril de 2013

Olores


Hay canciones que te llevan atrás en el tiempo, te recuerdan momentos que creías olvidados reviviéndolos con absoluta nitidez. Algunas te traen el resquicio de un dolor superado, otras te suben el animo como un chute de felicidad. Hay canciones para determinados momentos y para diferentes sentimientos.

Con los olores pasa lo mismo. Cada persona desprende un olor distinto, tan característico, tan suyo, tan intransferible, tan personal.. Da igual que dos personas usen la misma colonia, porque en la piel de cada uno el aroma es distinto. Así el olor es algo que se queda grabado en el cerebro, y aunque pase el tiempo, no se olvida. Hay olores que te recuerdan determinados momentos y personas, olores familiares que te hacen sentir bien, como en casa. Cuantas veces nos habrán dicho "huele a ti" y nos habremos preguntado cómo será ese olor porque no podemos percibirlo; sin embargo al revés nos pasa. Llegar después de meses a casa y que huela precisamente a eso, a casa. Reencontrarte con alguien tras meses de distancia y al volver, ese olor en medio de un abrazo te hace ver que nada cambió.

Guardaba el frasco de su colonia como oro en paño a falta de un par de toques para acabarse. Que ese bote se quedase vacío era el sinónimo de un abandono improvisado. Es increíble lo que un olor puede hacer en nuestros recuerdos. Dentro del cristal estaban las últimas gotas de lo que conseguía hacer que lo sintiera cerca a pesar de los kilómetros de distancia. Además de su colonia, se había llevado uno de los jerséis que tenía olvidados en el armario. Sólo lo sacaba del cajón en el que se encontraba (perfectamente doblado) para olerlo, y no lo dejaba mucho tiempo fuera de éste, no fuese a ser que se perdiese el aroma que hacía que lo sintiera cerca aunque estuviera lejos. 

miércoles, 10 de abril de 2013

Periodista en prácticas


Hacía mucho que no escribía aquí contando mis nuevas peripecias, que la verdad son bastantes. Y después de los meses de silencio, me apetecía volver a escribir, ya no sólo para informar de mi andanzas a todos aquellos a los que os importan, sino porque tenía ganas de escribir, que lo tengo muy abandonado y realmente, es algo que me gusta hacer. Además esto me sirve después como recordatorio de otras muchas cosas.

Me remonto a enero, cuando había contado por aquí que me habían concedido las prácticas que yo quería, 3 meses en la agencia de publicidad de Coruña BAP&Conde.  Pues para mi desgracia (y la del resto de mis compañeros), éstas han sido un fail (un fiasco) en toda regla y después del disgusto y la incertidumbre del “¿qué pasará?” he aterrizado en la agencia EFE de Santiago. No voy a contar el por qué no se llevarán a cabo, porque es un tema que he repetido hasta la saciedad y además me pone de mala hostia, así hablando mal y rápido.

Mi vida desde que llegué de Francia hasta el 1 de abril no ha sido muy ajetreada en lo que a rutina se refiere, salvo las clases en Pontevedra los martes, el tfg y alguna que otra cosa como el curso que hice con Julia de carteles, salvo esas tres excepciones, no estaba haciendo prácticamente nada, y aunque se vive muy bien de “vacaciones”, no es lo mío; a mí me gusta estar ocupada y hacer cosas, muchas cosas, sentir que no me llegan las horas del día para todo, es algo masoca realmente, pero vivo mucho más feliz un poco agobiada y con la mente ocupada.

viernes, 29 de marzo de 2013

Whatsapp

La paranoia del whatsapp nos pasa factura.

- No por mucho que mires su última hora de conexión va a conectarse antes.

- El cambio de "últ. vez hoy a las 15:43" a "en línea" mientras estás en la conversación puede provocar un mini infarto.

- "Escribiendo..." nada, "escribiendo..." nada. Odio profundo.

- A todos nos gusta la "caca feliz" y el "monito vergonzoso", pero es necesario un emoticono "corte de manga".

- Las caritas con coloretes y lenguas son fichas.

- Un "ok" es mucho peor que no responder nada.

- No se juega con las capturas de pantalla de conversaciones, te puedes equivocar y liarla parda.

- El corrector sólo es útil cuando tu capacidad para escribir de forma correcta se ve limitada por algún tipo de sustancia. O no, realmente ni eso.

- El último bloque de emoticonos no se abre ni de casualidad.

- Sacar conclusiones viendo únicamente la última hora de conexión.

- Justificar internamente el por qué lo ha leído y no lo ha contestado. Autoconvencerse con argumentos poco creíbles.

- Inventar justificaciones para tus amigas de por qué lo ha leído y no le ha contestado.

- Que el corrector te "corrija" una palabra y que la frase enviada carezca de ningún tipo de sentido, haciendo que el receptor dude de tu supuesta inteligencia.

- Cri cri; las preguntas en los grupos siempre son ignoradas.

- Los dos en línea y esa rivalidad por ver quién saluda antes.

- Gilipolleces estilo: "no voy a abrir el whatsapp hasta dentro de una hora".

- Tener un iPhone, quitar la última hora de conexión para hacerte el interesante. Aguantar un día.

- Reglas absurdas como: "el último en despedirse será el saludado al día siguiente".

- De repente a todo el mundo le entra el sentimiento de "padre preocupado" y te pregunta que por qué estabas despierto a x hora.

- Aburrirte y mirar los estados de la gente.

- Ir riéndote solo por la calle mirando para la pantalla como un idiota.

- Un guante puesto y el otro no, malditos táctiles.

- Grupos de amigos de siempre, de los de la uni, otro de la familia, otros para trabajos de clase, viajes, regalos de cumpleaños, fiestas sorpresas.

- "Masculinización" femenina cuando el móvil ya no va en el bolso, sino en el bolsillo.

- Cuando esperas algo: varios mensajes de varios contactos, todos de grupos. Fail.  Tener todos los grupos silenciados permanentemente y emocionarte cuando vibra el móvil. Que sea tu prima o la amiga de turno. Fail.







martes, 26 de marzo de 2013

Tears in Heaven

Hay días que no se olvidan, y pase el tiempo que pase, podrías reconstruirlos una y otra vez sin olvidar ningún detalle.

Semana Santa de 2010

Mis padres y yo nos íbamos de viaje, me acuerdo de odiar ese viaje incluso antes de haber salido de casa, porque yo no tenía ningún interés en irme de Santiago y pasar la Semana Santa fuera, pero mi madre insistió y como es bien sabido por todos, ellas son las que tienen siempre la última palabra. Digo íbamos porque cuando llevábamos más de 4 horas en el coche habiendo dejado Galicia y la lluvia muy atrás, sonó el teléfono, y la voz que nos hablaba a través del manos libres nos dio la noticia que hizo que tuviéramos que dar la vuelta.

Recuerdo la conversación de mi madre con la recepcionista del hotel para cancelar la reserva, mi padre intentando dar un consuelo imposible, y el primer sms que escribí para dar una noticia que ni yo misma me podía creer, me temblaban los dedos cada vez que tecleaba su nombre. Sin quererlo empecé a reconstruir cosas en mi cabeza, lo último que habíamos hablado había sido por tuenti, pero tampoco en profundidad porque nos íbamos a ver en vacaciones. Entonces me arrepentí de todo lo que no había dicho, de lo que no había hecho y de lo que ya no podría hacer nunca más.

Teníamos que volver a Galicia para estar ahí, pero había muchos kilómetros de por medio y muchas horas para pensar; estuvimos los tres callados casi todo el trayecto de vuelta. Yo tenía muchas preguntas que hacer, pero no sabía por dónde empezar, era como si hablar del tema lo hiciera realidad antes de llegar, y omitirlo era una manera de creer que no podía ser cierto, no por el momento ni hasta verlo con mis propios ojos. Recuerdo la mirada fija de mi madre en la carretera... no sé cómo fue capaz de conducir, porque yo no podía ver nada más allá de la tristeza que se me escapaba por los ojos.

Se repetían las llamadas y la misma frase una y otra vez resonando dentro del coche. Esas palabras siempre tenían el mismo efecto en mi cabeza, y otra vez me venía el mismo pensamiento a la mente: nunca más voy a verla. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. No podía ser cierto. "Nunca" y "siempre", dos palabras tan rotundas y pesadas como la misma muerte. Cuando llegamos a Galicia la lluvia era la que nos recibía, fue como si el tiempo se hubiera solidarizado con nuestra pena y las nubes estuvieran descargando todas las lágrimas que teníamos dentro. Estuvo lloviendo toda la semana.

Ahora me parece que ha pasado una eternidad desde ese día, y a la vez que fue ayer, la relatividad del tiempo se mide en los días que te echamos de menos, porque el 27 de marzo de 2010 dejó de cumplir años y una parte de mí se fue con ella. Envidio a toda esa gente que tiene fe en algo y se aferra a ella como un clavo ardiendo, precisamente por eso, porque tienen algo en lo que creer.


"En ninguna otra situación como en el duelo, el dolor producido es total: es un dolor biológico (duele el cuerpo), psicológico (duele la personalidad), social (duele la sociedad y su forma de ser), familiar (nos duele el dolor de otros) y espiritual (duele el alma). En la pérdida de un ser querido duele el pasado, el presente y especialmente el futuro. Toda la vida, en su conjunto, duele".


domingo, 24 de marzo de 2013

El último beso


Mientras él dormía, ajeno a sus preocupaciones y absorto en sus sueños, ella intentaba vestirse lo más rápido posible, sin hacer ruido ni encender la luz para irse cuanto antes de allí sin que él se lo pudiera impedir. La luz que se colaba por debajo de la puerta le daba a la estancia un aire extraño, como siniestro, la sombra del cabecero de la cama se proyectaba en la pared contigua como una puerta de rejas. Su propia sombra estaba encarcelada en ese cabecero, y es que así era como ella se sentía; presa.

Una vez fuera de la habitación sólo había que encontrar los zapatos y borrar toda huella de cansancio de la cara. Ya en el baño se miró en el espejo, la cara que le devolvía la mirada no le parecía la suya. Debajo de los ojos las ojeras eran tan profundas que la expresión que tenía era de una tristeza absoluta, los labios estaban agrietados y parecía que las pestañas escaseaban. El último beso se lo dejó marcado en el espejo del baño, no le acompañaba nada más que el vaho que se desvaneció cuando separó su cara del cristal y la marca redonda del mentón, haciendo un óvalo perfectamente simétrico debajo de unos labios que habían sido suyos.

Ese beso no estaba acompañado de palabras de despedida, porque no había nada más que añadir al sello rojo de unos labios que se iban para no volver. No había sido premeditado; era el adiós menos violento y con más interrogantes que se le pudo ocurrir; porque siendo un poco egoísta, él también se merecía experimentar en su propia piel el sufrimiento que ella llevaba cargando durante mucho tiempo.

El recuerdo de lo que era un beso se quedó en ese espejo días, semanas, meses… hasta que el propio paso del tiempo lo fue deteriorando poco a poco, siendo borrado por completo sin que nada lo impidiese. Desapareció del espejo pero nunca de sus recuerdos; cada noche, antes de irse a dormir, podía sentir el roce de sus labios, el calor de su aliento y el olor de su piel.

Un minuto de silencio por todos esos besos que se han quedado en tus labios.


sábado, 2 de marzo de 2013

Trauma superado


Empecé este post escribiendo desde el tren, porque el jueves por la tarde fui a Pontevedra para hablar con mi tutora del TFG (trabajo fin de grado), aproveché la visita a la facultad para hacer un par de gestiones y después ir a visitar a mi querida Laura Bravo a su pisiño. Entre ir y venir de Pontevedra para ir a clase o reunirme con mi tutora, y el curso que estoy haciendo en Coruña los sábados por la tarde, me estoy haciendo muy asidua a renfe, y como no me gusta nada perder el tiempo, o sentir que lo pierdo, me llevo el ordenador a todos lados, para ver series, escribir o acabar trabajos pendientes (además de un libro reglamentario, una libreta y un boli, el iPod, el móvil etc). Tantos trenes cojo últimamente que cada vez que cambio de bolso o cojo un abrigo diferente, me encuentro con los típicos tickets por todos lados. Prueba gráfica (esto es sólo de febrero):



Como novedades reseñables, el curso que acabo de mencionar, al que me apunté con Julia, una amiga de la carrera. Yo me enteré de su existencia porque mi abuela fue al Museo de Arte Contemporáneo en una de sus visitas a Coruña y me trajo un papelito con toda la información porque sabe que me encantada todo lo que tenga que ver con carteles, publicidad impresa y diseño. El curso en sí se lleva a cabo allí, y trata de la historia del cartel y las estrategias visuales de la persuasión. El primer año de carrera dimos algo de esto en la asignatura "Historia de la propaganda y la publicidad", pero muy por encima, unas escasas pinceladas, que espero ampliar este mes porque es un tema que me interesa. Son los sábados por la tarde hasta el 23 de marzo, de momento llevamos dos clases pero nos ha gustado mucho. 


domingo, 24 de febrero de 2013

Nothing lasts forever


Odiabas que me recogiese el pelo, yo lo sabía, pero me hacía una coleta a conciencia para ver cómo intentabas deshacerla y reírme mientras me escondías la goma del pelo en uno de los bolsillos de tus vaqueros como si no me fuese a dar cuenta. “Estás mucho más guapa así”, me decías mientras me alborotabas el pelo y uno de mis rizos acababa delante de mis ojos y no me dejaba ver nada. Después de darme el visto bueno dejabas que me mirase en el reflejo que me devolvía un escaparate, y me peinaba un poco bajo esa mirada atenta con la que me decías sin hablar “ni se te ocurra recogértelo otra vez”.

Tenías la capacidad de entender mis silencios, mucho más difícil que ponerle sentido a un montón de palabras. Sabías cuales eran mis debilidades de la misma forma que tenías consciencia de que tú eras la más grande de todas. Te aprovechabas de ello pero no me importaba porque me sacabas una sonrisa cuando nos enfadábamos, de esas que intentaba evitar para que siguieras intentándolo, y al final conseguías lo que querías; que me olvidase de los insignificantes motivos a los que le pude dar importancia.

Yo por mi parte sacrificaba mis noches por velar tus sueños. Se podía acabar el mundo que si estaba contigo me daba igual el resto de la humanidad. La única preocupación era que los minutos fueran eternos y no pasasen las horas más rápido de la cuenta. Teníamos el mundo a nuestros pies y no lo supimos ver.

El problema es que siempre hay uno que quiere y otro que se deja querer.


sábado, 23 de febrero de 2013

Noches


No le llevaba el desayuno a la cama, pero se despertaba de buen humor y con una sonrisa, eso es una gran virtud a tener en cuenta. Él era el primero en abandonar la cama para ir a trabajar, y la dejaba sola en su habitación despidiéndose con un beso rápido casi imperceptible que se colaba por las rendijas de una persiana mal cerrada. Cuando el olor de su colonia ya no era tan intenso ella era consciente de que se había ido. Una hora más tarde sonaba su despertador y era ella la que se levantaba. Sola, dueña absoluta de toda la cama se desperezaba con lentitud y desayunaba de pie en la cocina. Nunca tuvo llaves de ese piso, pero se sentía como en su casa. Sus cosas estaban en el baño y en la habitación, incluso le pertenecía un trozo de armario y en el cajón de la mesilla estaba lo que podía considerarse un pijama.

No se veían por la tarde, apenas hablaban, cada uno estaba enfrascado en lo suyo, pero ninguno tenía que decir nada; las noches eran suyas y punto. Todo se concentraba entre cuatro paredes que encerraban lo que se deja en la intimidad. Él tenía una risa tan contagiosa como un bostezo cuando se tiene sueño de verdad. Y entre sonrisas, besos y abrazos se robaban el sueño el uno al otro hasta que caían rendidos de madrugada en el sopor más profundo. Podían dormirse cada uno en un extremo de la cama, pero era seguro que amanecerían juntos.

Noche tras noche casi sin darse cuenta habían caído en una rutina de almohada que estaba acabando con lo demás. Él se iba por la mañana y ella se quedaba sin beso, lo estaba esperando con los ojos entreabiertos, pero cuando escuchaba la puerta cerrarse se le venía el mundo al suelo. Entonces las mañanas sola en ese piso ya no eran lo que fueron. Se vació el armario, en el baño ya no estaba su cepillo de dientes y poco a poco sus cosas desaparecieron, como si nunca hubieran estado ahí. Ya sólo se contagiaban los bostezos y la cama parecía que había aumentado su tamaño, no se encontraban en toda la noche.

“Cuando estoy sola estoy contigo y estando contigo estoy sola”. Después de sus palabras pusieron punto y final y las noches nunca más fueron suyas.

domingo, 17 de febrero de 2013

Visitas en Compostela


El 30 de enero llegaba desde Valladolid en tren Clara, y días después, el 1 de febrero aterrizaba Flora en Oporto para pasar 10 días en Galicia. Debido a que nuestra querida amiga taiwanesa hace 200 fotos por minuto, tenemos cada segundo fotografiado. Y cuando digo cada segundo, es exactamente eso. Fotos en el desayuno, en la comida, en la cena, mañana, tarde y noche. Exagerado, yo me sentía como una famosa acosada por un paparazzi todo el día.

Clara llegaba un miércoles, qué nervios antes de verla. Cuando Tere y yo cruzamos la puerta de la estación de Santiago y la vimos allí era tan raro y tan genial a la vez… me encantaba estar en el coche y escuchar sus historias con ese acento vallisoletano tan guay ;). El jueves salimos por aquí y fuimos a una fiesta con mis amigas Alba y Sara, y demás amigas de Alba. Al día siguiente mi prima Sara venía a comer porque tenía que coger el tren pronto, y fue ella quien nos sacó de la cama a golpe de telefonillo. Comimos con toda la calma, Sara se fue a Orense y nosotras nos fuimos las 3 en amor y compañía (y mucho sueño) a Vigo para recoger a Flora. Su vuelo era a Oporto y desde allí tenía que ir a Vigo.

En el tren coincidimos con Antonio, el hermano pequeño de Tere, que se iba a entrenar a Pontevedra, y a la llegada nos esperaba Javi en coche para ir a la playa (el día no acompañaba demasiado, pero eso no importa). Al ser viernes el tren venía llenísimo, y tuvimos que luchar para conseguir la mesa de 4 libre. Cuando estábamos esperando para subir un chico se resbaló y se cayó, vaya momentazo, fue imposible aguantarse la risa, aunque ahora que lo estoy escribiendo suena a crueldad, pero ya se sabe, cuando se te cae el móvil o una copa que acabas de pedir, ni puta gracia, pero una caída de un amigo son las risas, y de un desconocido aún más.

Javi y Tere nos hicieron de guías en Vigo, y antes de estar allí de paseo, fuimos hasta Samil. A pesar del viento y de que empezó a llover, no se podía estar mejor. Flora llegó tarde, por lo que perdimos el tren que teníamos previsto coger, y al final llegamos a Santiago a las 12 de la noche. Con una parada previa en mi casa para coger nuestras cosas, al final a la 1:30 estábamos todos en casa de Tere. Cenando tardísimo nos fuimos a dormir a las mil y una. Flora estaba cansada por el viaje, y nosotras 3 muertas de haber salido el día anterior.

Voy a tener que hacer memoria para recordar el acontecimiento de las cosas, porque hicimos tantísimas que las tengo un poco revueltas en mi mente. El primer finde lo pasamos de okupas en casa de Tere, con su familia y con unos horarios rarísimos y de lo más atípicos por las circunstancias, levantándonos tarde, cenando tardísimo y acostándonos a unas horas como si hubiésemos salido de fiesta. Flora flipaba porque pensaba que eso era lo normal, cenar a la 1 de la mañana y acostarse a las 4… no dejaba de repetir “spanish people are insane” (los españoles estáis locos).

Ese fin de semana comimos allí, creo que nunca había probado una comida tan genial como la que hizo Belén, la madre de Tere, para que Flora y Clara probasen todas y cada una de las delicias da terriña. Empanada, cocido, pulpo, marisco… ya os imagináis, buenísimo!

Esos días estuvimos en Santiago, callejeando y de bar en bar, era gracioso ser guiri-guía en mi propia ciudad y hacer las típicas fotos en la catedral y por la zona vieja. Sobre todo con Flora, que entró en algunas tiendas de souvenirs del Franco, en las que yo jamás había puesto un pie. Pero ella no podía prescindir de comprar 20 postales y una “llave de la puerta Santa” (una horterada). Lo mejor era explicarle (en inglés, he ahí el dato) la historia de la ciudad, lo que era el botafumeiro y estas cosas, para mí tan cotidianas. Cada vez que cambiábamos de bar, Flora preguntaba sorprendida, “¿pero a un bar? ¿otra vez?”, está claro que la vida española es muy callejera, porque nuestra taiwanesa no dejaba de sorprenderse del ritmo de comer y beber que llevamos.

El domingo por la tarde vino mi prima Marta a buscarnos a casa de Tere y nos llevó a las cuatro a la playa del Vilar, a Cabío y a la Puebla; entre el mar y la arena pasamos el día. El lunes comimos todas en mi casa y por la tarde fuimos a la Ciudad de la Cultura, yo era la segunda vez que iba, y cuando fui la primera no estaba todo acabado, así que era un poco novedad para todas. Después de toda la tarde haciendo fotos por allí, se hizo de noche y nos fuimos al Momo, que me apetecía que estuvieran en uno de mis bares favoritos de Santiago. Tere tampoco había estado nunca, y les gustó mucho a las tres. Post-Momo nos fuimos al Luis, que los lunes ponen sándwich de tapa y había que aprovechar la coyuntura.

El martes nos fuimos a Coruña en amor y compañía porque Santiago ya lo teníamos más que visto, al menos lo típico, y por cambiar un poco de aires. Compras en la Plaza de Lugo, paseo y café en la calle Real, visita a la Domus, fotos por el paseo, y Torre de Hércules, acabamos muertas. El día no acompañaba demasiado pero lo aprovechamos al máximo. Al día siguiente se iba Clara a las 4 y comimos con una amiga de Tere que también estudia publicidad, despedimos a nuestra galleguiña de adopción en la estación y nos fuimos directas al parque de Belvís, museo de arte contemporáneo y Bonaval, paraguas en mano.

Flora se vino para mi casa el jueves por la mañana, ya que había estado en la de Tere desde que llegó. La llevé a las Cancelas porque quería ir de compras, ya habíamos ido con ella días antes y se había comprado medio Zara, pero le parecía poco y tuvimos que repetir 4 días más. Desde su aterrizaje hasta el despegue de vuelta a Francia se hizo con un abrigo, una cazadora, una chaqueta de vestir, tres jerseys, dos pantalones, tres vestidos, dos pares de botas y un bolsazo de Bimba&Lola que ya me gustaría a mí. Zara, Stradivarius, Pull&Bear, Seijas y la ya citada Bimba&Lola, fueron sus compras estrella, todo “made in Spain”. Nosotras no dábamos crédito, y yo sólo podía preguntarme cómo iba a hacer para volver con todo lo que se había comprado, ya que volaba con Ryanair (ya os adelanto que tuvo que pagar los 50€ de rigor…).

Por la tarde nos fuimos a Padrón a casa de mi abuela, a la que conoció, además de a mis primas Sara y Marta. Estuvimos de paseo, haciendo fotos y de charla en casa. El viernes mi madre hizo paella para comer, y Flora feliz de la vida. Le hizo una foto hasta al azafrán. Ese día volvió con Tere a su casa, después de pasar la tarde las 3 juntas tomando algo. Al día siguiente, sábado, Flora, Tere y Ana, la hermana de Tere, bajaron al centro y quedé con ellas, nuestra amiga taiwanesa siguió con sus compras. Esa noche yo salí con mis amigas en Santiago, ya que era carnaval, y en casa de Tere se celebró el fin de año chino.

Al día siguiente me despedí de Flora, ya que se iba con Tere a Vigo para poner punto y final a su estancia en Galicia. No tengo ni idea de cuándo nos volveremos a ver, yo por mi parte empezaré a ahorrar para ir a Taiwan… Fueron 10 días en los que hubo de todo, con tres amigas que conocí de Erasmus y con las que conviví apenas cuatro meses, pero que tengo muy presentes.

Si es que así se lleva un poco mejor la morriña post-erasmus. 










































Os echo de menos.