domingo, 28 de octubre de 2012

Cumpleaños de Flora sin Flora


Tras las prisas y el agobio de no tener demasiado tiempo para preparar todo y debido a un problema de comunicación (más que normales aquí) Flora se había ido a cenar a las siete y llegó a las diez y media. Tere y yo preparamos todo antes de ducharnos para dejar la mesa y la cena lista. Mientras yo hacía dos ensaladas de pasta como para una legión, Tere se concentraba en hacer la crema para la tarta. La mujer estuvo revolviendo el mejunje durante media hora y eso no espesaba nunca. Tuvimos que recurrir a la madame y pedirle Maizena. Cuando Tere estaba al borde de la lágrima, hicimos un apaño y al final quedó una tarta riquísima :)




Nos juntamos para el evento Clara, Raquel, Isagata, la Bohemia, Tere y yo, además de una amiga de Flora japonesa que vino a la hora y se vio un poco perdida. No sabíamos dónde estaba nuestra vecina taiwanesa y no entendíamos nada.

Ya pasaban de las 9 y teníamos la comida en la mesa, con el hambre que teníamos, fue inevitable empezar a cenar sin la anfitriona, que nos había dando un plantón involuntario, pero plantón. Cuando ya habíamos acabado de cenar y estábamos esperando a la susodicha para empezar la tarta, que para eso sí que era indispensable, llegaron los que faltaban. 

Tere y yo les habíamos dicho a Mariena y a Yvonne si querían venir un rato a fiesta. Vinieron Mariena y Yusuke en lugar de Yvonne, (un chico japonés que también vive con nuestra familia) y ellos tampoco sabían dónde estaba Flora. En el momento en el que ellos llegaron éramos 7, sentados en 7 sillas, con ellos tuvimos que compartir, ya no nos quedaban platos, ni vasos… un cuadro. La situación más graciosa y absurda hasta el momento, una fiesta de cumpleaños sin la cumpleañera y con cada cacha en una silla diferente. No faltaron los quesos de diferentes tipos, el vino, pizza, ensalada de pasta ni los postres.


"x" Isagata, Tere, yo, Raquel, Clara, Bohemia, "x", Esther, Sun Hee, Flora, Yusuke y Mariena

Tras comer como si no hubiera mañana, se abrió la puerta y apareció Flora, con dos amigas, Esther (que ya la conocíamos) y otra (nombre imposible de recordar) y con Sun Hee, el chico coreano que también conocíamos. Cogimos más sillas de la habitación de Flora y nuestra mesa se convirtió en una convención de la ONU.

Flora sopló las velas después de 5 minutos pensando el deseo. Estábamos todos expectantes y deseosos de comer tarta y la tía estaría haciendo una tesis mental sobre deseos inteligibles o acordándose de todos sus ancestros. La situación fue todavía más cómica: japoneses, taiwaneses, españoles, un coreano y una croata. Inglés, francés, español, chino, japonés, de todo un poco. Joyeux anniversaire, cumpleaños feliz, happy birthday o merry christmas fueron los cánticos que amenizaron y pusieron broche a la extraña velada.

Nuestras amigas españolas se fueron en el último bus de la soirée, y Tere y yo nos quedamos para cambiarnos y después salir. El momentazo fue con Sun Hee explicándonos el significado de la letra “Gangnam Style” con su correspondiente baile en medio de nuestra cocina. Pena no haber hecho un vídeo. Temblaba el suelo que daba gusto, parecía la lavadora centrifugando. Se motivó hasta tal punto que acabó bailando Party Rock Anthem de LMFAO como si estuviera teniendo un ataque epiléctico. Tere ejerció el papel de DJ y estuvo poniendo canciones que se bailan en España de fiesta, nuestro amigo coreano se las sabía todas.

Cuando les dijimos a los asiáticos que nosotras nos íbamos al centro a seguir la fiesta, se quedaron atónitos, "Disco? Tonight? Really?" no vinieron, pero nos prometieron que para la próxima se apuntaban, eso hay que verlo. Tere y yo nos reunimos con nuestras amigas casi congeladas por el frío, y nos fuimos al Bolero, una discoteca en la que dependiendo del estado de ánimo del portero, entras o no. No hubo suerte y nos quedamos fuera, cambiamos de local y de ahí para casa bajo la gélida noche que nos acompañaba.


Tere y yo con el frente asiático

Esta mañana Flora nos trajo como gesto de agradecimiento dos cafés, en uno ponía "thank" y en el otro "you". Qué riquiña es :) En resumen, ayer fue el día más raro, surrealista, extraño, absurdo y gracioso de toda mi experiencia Erasmus. El escenario perfecto de un chiste era nuestra casa ayer. 



Después del resumen de lo que fue un día para enmarcar, (granja+cena de cumple sin cumpleañera) sólo añadir que mañana nos vamos a París 4 días, por lo que nos toca tarde de hacer maletas y de mudanza, que hoy hace mes y medio que hemos llegado y Tere y yo nos cambiamos de habitación.

Disfruten de las vacaciones de Toussaint ;)


La campagne française


El campo, la tranquilidad, el piar de los pájaros y el aroma del césped recién cortado… Qué bucólico, idílico y maravilloso no? Pues no… Eso para quien le guste. La contraposición es el olor a mierda constante que se te pega hasta lo más interno y profundo de las fosas nasales; yo soy urbanita, me gusta (y necesito) la ciudad, el ruido de los coches, la contaminación acústica, lumínica y el agobio de las calles mas transitadas en hora punta. Para mí despejarse es bajar a la calle, (con sus respectivas aceras) ver gente, y sobre todo, movimiento, escuchar el bullicio y pasear entre miradas anónimas.

Como si de un chiste se tratase, ayer a las 13:00 estábamos subiéndonos al coche con la señora de la familia Tere, Yvonne, Mariena y yo. Dos españolas, un indonés (sí, Yvonne es un chico) y una croata. Días antes, la madame nos había ofrecido ir el sábado a una granja, y nosotras dijimos que sí, más por cumplir que por otra cosa, pero también hacíamos algo diferente, y todo sea por conocer el mayor número de sitios posibles en nuestra estancia.

Ataviados con bufandas, guantes, gorros y más capas que una cebolla, nos subimos al coche sin saber a dónde íbamos ni cuánto íbamos a tardar en llegar a nuestro destino. Para nuestra sorpresa la primera parada fue en un pueblo recóndito. Hacía un frío que pelaba (sensación térmica negativa, según accuweather) y aparcados a las puertas de un cementerio. Me recorrió un escalofrío por toda mi espina dorsal. Mientras avanzábamos hacia la tumba de los padres de la madame, nos contaba que se acercaba Toussaint y que siempre era su hermana la que limpiaba la tumba de sus progenitores, y que este año le tocaba a ella. Le hice una foto para que viérais la cantidad de cosas que ponen encima de las tumbas, yo nunca lo había visto en España, me parece una horterada supina.




Ni corta ni perezosa, sacó del maletero del coche dos macetas llenas de flores y un cubo con un estropajo. A Tere le tocó llenar una garrafa de agua y mientras la madame limpiaba a conciencia, Mariena y yo arrancábamos flores secas de las plantas. Yo no daba crédito a esa estampa tan particular. Cada uno de su padre y de su madre nos mirábamos sin saber ni qué decirnos. Al acabar la faena volvimos al coche, yo no me quité ni los guantes ¡qué frío! Me hubiera puesto encima un abrigo de visón y seguiría teniendo frío.

Otra vez en marcha no hacíamos más que pasar caminos y carreteras con vacas y ovejas a ambos lados. Eran unos paisajes igualitos que los de Galicia, así que para mí no era ningún descubrimiento. Mientas tanto la señora nos iba explicando cosas y nosotros escuchábamos atentos como si estuviéramos en una excursión del cole. Sentadas detrás íbamos Tere, yo en el medio, y Mariena, que nos contó que sus padres habían ido a Santiago de Compostela a ver al Papa y que ella había estado en las JMJ de Madrid (y en las de Sydney también). Nos dijo que había visitado Barcelona y Zaragoza y que le gustaba mucho España, además, nos explicó como apunte, que sabía decir algunas palabras en español porque en su país veía telenovelas. “Mujerzuela” “te quiero mucho” “no la mates” y “vieja bruja” fueron los vocablos que salieron de su boca, y Tere y yo a carcajada limpia. Surrealista.

Después de la hora y media en el coche, llegamos a nuestro destino: la granja. Nada más abrir la puerta del coche una bofetada del olor más repugnante nos sacudió en toda la cara. Eso sí, todo muy bonito, verde y francés. Allí viven y trabajan unos amigos de la señora de mi familia, que nos recibieron muy amablemente y nos enseñaron todas las instalaciones.

El atractivo de la granja era los cochons (cerdos), que tienen más de 2.000. Entramos en un edificio de pasillo interminable con puertas a ambos lados, en cada puerta una estancia diferente con cerdos de varias edades, tamaños y demás selecciones. La primera puerta que abrió la señora dejó paso a cerditos de 2 días, diminutos y rosas allí estaban haciendo un ruido increíble y desprendiendo un olor mareante. Tere había llevado la réflex por lo que yo dejé la mía en casa. Ella se adentró en esa habitación, en la que hacía calor incubadora, para hacer fotos más de cerca y la señora cogió un mini cerdo y le pareció buena idea ponérselo en los brazos. Tere con un cerdito en el colo (regazo, para los castellanoparlantes) y una cara digna de foto, me mira y me dice con cara de socorro, “¿quieres cogerlo tú?” oferta que yo rechacé con mucho gusto, no quería tocar esos bichos ni con un palo. Ya me estaba debatiendo a vida o muerte respirando en un guante y tratando de no mirar mucho a las cantidades de telas de araña que decoraban tenebrosamente las paredes. No sé el tiempo que duró la visita exactamente, pero tenía la garganta tan seca y llevaba tanto tiempo sin respirar por la nariz que pensé que se me iba a olvidar como hacerlo.













El cochon favorito de Tere

La señora granjera iba abriendo puertas y nosotras asomábamos la cabeza y asentíamos. Había tanta mierda y olía tan mal que yo sólo me preguntaba “¿en qué momento aceptaste esta invitación?”. Entonces me daba la risa y arcadas al mismo tiempo del olor tan fuerte.

Tras ver cerdos, pasamos a las vacas y vimos como una máquina las ordeñaba. La mierda también era la protagonista de estos grandes animales. Ivonne, Mariena, Tere y yo delante del cacharro ordeñador viendo como un bidón de leche se llenaba a cada apretón de ubre.






Yvonne, Tere y Mariena


Mariena y yo


Mientras, la señora ataviada con un palo les gritaba y zurraba a las vacas “¡aller! ¡Aller!” para que fueran pasando y elegir a la que tuviera más leche. Como la pasarela Cibeles pero de vacas, que si una negra, otra blanca, otra marroncita…  Ivonne y Mariena estudian una ingeniería y se van a dedicar al campo de la leche y sus transformaciones, usos y demás, por lo que la señora les explicaba cosas que a ellos les pudiera interesar. Yo sólo podía ver la cara de la “vaca que ríe” por todos lados.






Una vaca adorable con los morritos manchados

Finalizada la visita nos despedimos de las vacas, salimos a fuera a ver el resto de instalaciones. También trabajan con maíz y tienen un motor que abastece de electricidad a todo el recinto, el resto de explicación de biomasa y potencia me la pasé mirando a mi alrededor porque no me estaba enterando de nada. Entramos a ver el motor, espectacular por cierto, y la señora granjera le puso fin al paseo. Nos invitó a entrar en su casa y allí tomamos un café y un trozo de pastel. La casa increíble, super acogedora y muy bonita, casa campestre pero con buen gusto.










 Mi cara de oler mierda captada por Tere

Cuando pasamos la frontera de la puerta me atreví a respirar por la nariz, qué asco momentáneo. Allí por lo menos el olor era más light. Nos quitamos el abrigo y yo tuve la genial idea de olerlo. No sólo el abrigo era lo que apestaba, lo del pelo no tenía nombre, y la bufanda y los guantes lo mismo. Cuando nos subimos al coche para volver a Angers, Tere y yo no podíamos apoyarnos una en otra porque nos olía el pelo a putrefacción. Los 5 desprendíamos un olor rural que daba gusto. Tere se recogió el pelo porque el hecho de que rozase la cara era asqueroso. Días antes de la visita, el señor de la familia se reía de nosotras y farfullaba cosas de los “cochons”, ya entiendo las risas.

En quince minutos de trayecto, todos nos quedamos dormidos en el coche como si la madame fuera nuestra mamá. Cuando me desperté hasta había soñado. La visita a la granja toda una experiencia, que no la recordaba así cuando era con el cole e íbamos a hacer pan, pero algo más para apuntar a esta aventura. Los paisajes franceses son verdes e impresiona su extensión, en el horizonte parece que no puede haber una ciudad cercana.

Cuando llegamos a Angers, Tere y yo salimos pitando directas al Super U. Ayer era el cumple de Flora y teníamos cena en casa a las nueve con su respectiva tarta casera de cumpleaños. Al habernos ido a la granja a la una, no habíamos ni comido, y cuando llegamos eran las siete de la tarde, total que entre hacer la cena, la tarta, poner la mesa y la más que obligatoria ducha, eran ya las nueve y nos moríamos de hambre. Pero la historia de la noche se merece una entrada propia en este blog ;)

Espero que os haya gustado, besos rurales!