domingo, 24 de febrero de 2013

Nothing lasts forever


Odiabas que me recogiese el pelo, yo lo sabía, pero me hacía una coleta a conciencia para ver cómo intentabas deshacerla y reírme mientras me escondías la goma del pelo en uno de los bolsillos de tus vaqueros como si no me fuese a dar cuenta. “Estás mucho más guapa así”, me decías mientras me alborotabas el pelo y uno de mis rizos acababa delante de mis ojos y no me dejaba ver nada. Después de darme el visto bueno dejabas que me mirase en el reflejo que me devolvía un escaparate, y me peinaba un poco bajo esa mirada atenta con la que me decías sin hablar “ni se te ocurra recogértelo otra vez”.

Tenías la capacidad de entender mis silencios, mucho más difícil que ponerle sentido a un montón de palabras. Sabías cuales eran mis debilidades de la misma forma que tenías consciencia de que tú eras la más grande de todas. Te aprovechabas de ello pero no me importaba porque me sacabas una sonrisa cuando nos enfadábamos, de esas que intentaba evitar para que siguieras intentándolo, y al final conseguías lo que querías; que me olvidase de los insignificantes motivos a los que le pude dar importancia.

Yo por mi parte sacrificaba mis noches por velar tus sueños. Se podía acabar el mundo que si estaba contigo me daba igual el resto de la humanidad. La única preocupación era que los minutos fueran eternos y no pasasen las horas más rápido de la cuenta. Teníamos el mundo a nuestros pies y no lo supimos ver.

El problema es que siempre hay uno que quiere y otro que se deja querer.


sábado, 23 de febrero de 2013

Noches


No le llevaba el desayuno a la cama, pero se despertaba de buen humor y con una sonrisa, eso es una gran virtud a tener en cuenta. Él era el primero en abandonar la cama para ir a trabajar, y la dejaba sola en su habitación despidiéndose con un beso rápido casi imperceptible que se colaba por las rendijas de una persiana mal cerrada. Cuando el olor de su colonia ya no era tan intenso ella era consciente de que se había ido. Una hora más tarde sonaba su despertador y era ella la que se levantaba. Sola, dueña absoluta de toda la cama se desperezaba con lentitud y desayunaba de pie en la cocina. Nunca tuvo llaves de ese piso, pero se sentía como en su casa. Sus cosas estaban en el baño y en la habitación, incluso le pertenecía un trozo de armario y en el cajón de la mesilla estaba lo que podía considerarse un pijama.

No se veían por la tarde, apenas hablaban, cada uno estaba enfrascado en lo suyo, pero ninguno tenía que decir nada; las noches eran suyas y punto. Todo se concentraba entre cuatro paredes que encerraban lo que se deja en la intimidad. Él tenía una risa tan contagiosa como un bostezo cuando se tiene sueño de verdad. Y entre sonrisas, besos y abrazos se robaban el sueño el uno al otro hasta que caían rendidos de madrugada en el sopor más profundo. Podían dormirse cada uno en un extremo de la cama, pero era seguro que amanecerían juntos.

Noche tras noche casi sin darse cuenta habían caído en una rutina de almohada que estaba acabando con lo demás. Él se iba por la mañana y ella se quedaba sin beso, lo estaba esperando con los ojos entreabiertos, pero cuando escuchaba la puerta cerrarse se le venía el mundo al suelo. Entonces las mañanas sola en ese piso ya no eran lo que fueron. Se vació el armario, en el baño ya no estaba su cepillo de dientes y poco a poco sus cosas desaparecieron, como si nunca hubieran estado ahí. Ya sólo se contagiaban los bostezos y la cama parecía que había aumentado su tamaño, no se encontraban en toda la noche.

“Cuando estoy sola estoy contigo y estando contigo estoy sola”. Después de sus palabras pusieron punto y final y las noches nunca más fueron suyas.

domingo, 17 de febrero de 2013

Visitas en Compostela


El 30 de enero llegaba desde Valladolid en tren Clara, y días después, el 1 de febrero aterrizaba Flora en Oporto para pasar 10 días en Galicia. Debido a que nuestra querida amiga taiwanesa hace 200 fotos por minuto, tenemos cada segundo fotografiado. Y cuando digo cada segundo, es exactamente eso. Fotos en el desayuno, en la comida, en la cena, mañana, tarde y noche. Exagerado, yo me sentía como una famosa acosada por un paparazzi todo el día.

Clara llegaba un miércoles, qué nervios antes de verla. Cuando Tere y yo cruzamos la puerta de la estación de Santiago y la vimos allí era tan raro y tan genial a la vez… me encantaba estar en el coche y escuchar sus historias con ese acento vallisoletano tan guay ;). El jueves salimos por aquí y fuimos a una fiesta con mis amigas Alba y Sara, y demás amigas de Alba. Al día siguiente mi prima Sara venía a comer porque tenía que coger el tren pronto, y fue ella quien nos sacó de la cama a golpe de telefonillo. Comimos con toda la calma, Sara se fue a Orense y nosotras nos fuimos las 3 en amor y compañía (y mucho sueño) a Vigo para recoger a Flora. Su vuelo era a Oporto y desde allí tenía que ir a Vigo.

En el tren coincidimos con Antonio, el hermano pequeño de Tere, que se iba a entrenar a Pontevedra, y a la llegada nos esperaba Javi en coche para ir a la playa (el día no acompañaba demasiado, pero eso no importa). Al ser viernes el tren venía llenísimo, y tuvimos que luchar para conseguir la mesa de 4 libre. Cuando estábamos esperando para subir un chico se resbaló y se cayó, vaya momentazo, fue imposible aguantarse la risa, aunque ahora que lo estoy escribiendo suena a crueldad, pero ya se sabe, cuando se te cae el móvil o una copa que acabas de pedir, ni puta gracia, pero una caída de un amigo son las risas, y de un desconocido aún más.

Javi y Tere nos hicieron de guías en Vigo, y antes de estar allí de paseo, fuimos hasta Samil. A pesar del viento y de que empezó a llover, no se podía estar mejor. Flora llegó tarde, por lo que perdimos el tren que teníamos previsto coger, y al final llegamos a Santiago a las 12 de la noche. Con una parada previa en mi casa para coger nuestras cosas, al final a la 1:30 estábamos todos en casa de Tere. Cenando tardísimo nos fuimos a dormir a las mil y una. Flora estaba cansada por el viaje, y nosotras 3 muertas de haber salido el día anterior.

Voy a tener que hacer memoria para recordar el acontecimiento de las cosas, porque hicimos tantísimas que las tengo un poco revueltas en mi mente. El primer finde lo pasamos de okupas en casa de Tere, con su familia y con unos horarios rarísimos y de lo más atípicos por las circunstancias, levantándonos tarde, cenando tardísimo y acostándonos a unas horas como si hubiésemos salido de fiesta. Flora flipaba porque pensaba que eso era lo normal, cenar a la 1 de la mañana y acostarse a las 4… no dejaba de repetir “spanish people are insane” (los españoles estáis locos).

Ese fin de semana comimos allí, creo que nunca había probado una comida tan genial como la que hizo Belén, la madre de Tere, para que Flora y Clara probasen todas y cada una de las delicias da terriña. Empanada, cocido, pulpo, marisco… ya os imagináis, buenísimo!

Esos días estuvimos en Santiago, callejeando y de bar en bar, era gracioso ser guiri-guía en mi propia ciudad y hacer las típicas fotos en la catedral y por la zona vieja. Sobre todo con Flora, que entró en algunas tiendas de souvenirs del Franco, en las que yo jamás había puesto un pie. Pero ella no podía prescindir de comprar 20 postales y una “llave de la puerta Santa” (una horterada). Lo mejor era explicarle (en inglés, he ahí el dato) la historia de la ciudad, lo que era el botafumeiro y estas cosas, para mí tan cotidianas. Cada vez que cambiábamos de bar, Flora preguntaba sorprendida, “¿pero a un bar? ¿otra vez?”, está claro que la vida española es muy callejera, porque nuestra taiwanesa no dejaba de sorprenderse del ritmo de comer y beber que llevamos.

El domingo por la tarde vino mi prima Marta a buscarnos a casa de Tere y nos llevó a las cuatro a la playa del Vilar, a Cabío y a la Puebla; entre el mar y la arena pasamos el día. El lunes comimos todas en mi casa y por la tarde fuimos a la Ciudad de la Cultura, yo era la segunda vez que iba, y cuando fui la primera no estaba todo acabado, así que era un poco novedad para todas. Después de toda la tarde haciendo fotos por allí, se hizo de noche y nos fuimos al Momo, que me apetecía que estuvieran en uno de mis bares favoritos de Santiago. Tere tampoco había estado nunca, y les gustó mucho a las tres. Post-Momo nos fuimos al Luis, que los lunes ponen sándwich de tapa y había que aprovechar la coyuntura.

El martes nos fuimos a Coruña en amor y compañía porque Santiago ya lo teníamos más que visto, al menos lo típico, y por cambiar un poco de aires. Compras en la Plaza de Lugo, paseo y café en la calle Real, visita a la Domus, fotos por el paseo, y Torre de Hércules, acabamos muertas. El día no acompañaba demasiado pero lo aprovechamos al máximo. Al día siguiente se iba Clara a las 4 y comimos con una amiga de Tere que también estudia publicidad, despedimos a nuestra galleguiña de adopción en la estación y nos fuimos directas al parque de Belvís, museo de arte contemporáneo y Bonaval, paraguas en mano.

Flora se vino para mi casa el jueves por la mañana, ya que había estado en la de Tere desde que llegó. La llevé a las Cancelas porque quería ir de compras, ya habíamos ido con ella días antes y se había comprado medio Zara, pero le parecía poco y tuvimos que repetir 4 días más. Desde su aterrizaje hasta el despegue de vuelta a Francia se hizo con un abrigo, una cazadora, una chaqueta de vestir, tres jerseys, dos pantalones, tres vestidos, dos pares de botas y un bolsazo de Bimba&Lola que ya me gustaría a mí. Zara, Stradivarius, Pull&Bear, Seijas y la ya citada Bimba&Lola, fueron sus compras estrella, todo “made in Spain”. Nosotras no dábamos crédito, y yo sólo podía preguntarme cómo iba a hacer para volver con todo lo que se había comprado, ya que volaba con Ryanair (ya os adelanto que tuvo que pagar los 50€ de rigor…).

Por la tarde nos fuimos a Padrón a casa de mi abuela, a la que conoció, además de a mis primas Sara y Marta. Estuvimos de paseo, haciendo fotos y de charla en casa. El viernes mi madre hizo paella para comer, y Flora feliz de la vida. Le hizo una foto hasta al azafrán. Ese día volvió con Tere a su casa, después de pasar la tarde las 3 juntas tomando algo. Al día siguiente, sábado, Flora, Tere y Ana, la hermana de Tere, bajaron al centro y quedé con ellas, nuestra amiga taiwanesa siguió con sus compras. Esa noche yo salí con mis amigas en Santiago, ya que era carnaval, y en casa de Tere se celebró el fin de año chino.

Al día siguiente me despedí de Flora, ya que se iba con Tere a Vigo para poner punto y final a su estancia en Galicia. No tengo ni idea de cuándo nos volveremos a ver, yo por mi parte empezaré a ahorrar para ir a Taiwan… Fueron 10 días en los que hubo de todo, con tres amigas que conocí de Erasmus y con las que conviví apenas cuatro meses, pero que tengo muy presentes.

Si es que así se lleva un poco mejor la morriña post-erasmus. 










































Os echo de menos.

viernes, 8 de febrero de 2013

La historia de mi vida


Hoy me apetece contar que he empezado este miércoles como voluntaria en la Cruz Roja. Estoy participando en un proyecto que empieza este mes, y estoy muy contenta. Se trata de hacer videocurrículums para todo aquel que quiera buscar trabajo con esta herramienta. Supongo que sabéis de qué se trata, pero por si acaso, dejo una breve definición que he encontrado:

“Un videocurrículum es una breve presentación audiovisual, de aproximadamente dos o tres minutos, en la que el propio candidato que busca empleo presenta su perfil profesional y da a conocer sus principales argumentos para ser contratado. Complementa al currículum escrito y permite a la empresa hacerse una idea rápida de las habilidades de los candidatos previamente preseleccionados.”

Hay algunos circulando por internet que tuvieron mucho éxito, pero el abanico de posibilidades es muy amplio. Va desde el típico de plano fijo con el protagonista sentado y hablándole directamente a la cámara, hasta auténticas obras de arte creativamente hablando.

Estuve la mañana del miércoles reunida con 3 chicas muy majas, y en una sala de juntas estuvimos organizando un poco cómo iban a ser los pasos a seguir hasta llegar a la realización del videocurrículum. La gente que va a participar es muy variada, al igual que las edades, no hay un intervalo acotado, ni la formación de cada uno, ni la situación, ni nada. Después de un brainstorming llegamos a la conclusión que antes de pensar en la creatividad, se debe tener claro qué es lo que se quiere transmitir a través del videocurrículum, y cómo.

A veces el cómo se ve cada uno y cómo te ve el resto difiere bastante, por lo que antes de nada hay que tener claro esto. Pensar en algo con lo que posicionarte, o diferenciarte. Hoy en día la saturación en el mercado laboral es muy alta, por lo que hace falta ese nosequé que consiga captar la atención del receptor. Todo importa: tu familia, tus gustos y aficiones, tu formación, tu experiencia laboral, tus logros, tus aspiraciones… y también las decepciones, las pérdidas y los fracasos. Algo que sale mal puede llevarnos indirectamente a una oportunidad; no hay que pasar esto por alto.

Como las personas que participarán en el proyecto son muy diferentes entre sí, y queremos que toda esa información quede recogida por escrito, pensamos en proponerle hacer esto a modo de cuento; con la misma estructura, en la que el inicio será la presentación de cada uno, el nudo/problema la situación actual, y el desenlace el futuro o meta a conseguir. De modo que cada uno pueda expresarse como quiera y con total libertad. Todos los cuentos que recojamos serán analizados posteriormente en común y a partir de la información extraída se pensará en una idea única para cada uno.

Yo nunca me había parado a pensar en todo esto, y la verdad es que ahora que tengo el futuro tan incierto, no descarto la posibilidad de hacer yo también un videocurrículum, por lo que tengo que escribir la historia de mi vida, para sacar ese atributo que me diferenciará del resto. Os invito a todos a hacer este tipo de reflexión, nunca está de más pensar en quién eres, por qué eres así, qué quieres, qué te interesa, qué te preocupa y qué quieres llegar a ser. Cómo te ves tú y cómo te ven los demás, tu familia, tus amigos, tus profesores… Es decir, el autoconocimiento. A veces es muy difícil describirse a uno mismo, yo lo voy a intentar para sacar mis propias conclusiones; se aceptan críticas.

El cuento de mi vida empieza el jueves 30 de mayo de 1991 en Santiago de Compostela.

Me llamo Andrea porque mis padrinos eligieron mi nombre, ellos son los mejores amigos de mis padres de toda la vida, y aunque a mi madre no le convenciese (ella quería llamarme Laura o Marina) a día de hoy me llamo Andrea. Este dato igual no es relevante, pero que mis padres le otorgasen el privilegio de elegir el nombre de su hija a sus mejores amigos, dice mucho de los valores que ellos me transmiten: los amigos son la familia que tú eliges, cuídalos.

Soy hija única. Mi padre tiene 6 hermanos y mi madre 3, tengo una familia multitudinaria, pero en mi casa sólo somos 3. A pesar de eso no me considero la típica hija única caprichosa y consentida, porque mis padres son personas trabajadoras que supieron enseñarme el valor de las cosas, el esfuerzo y el sacrificio para conseguirlas.

Tengo 21 años, he vivido 18 en Santiago, 2 en Pontevedra, 1 en Tarragona y 4 meses en Francia. Estudié el bachillerato de ciencias sociales porque se me dan fatal los números, estoy tan acostumbrada a usar la calculadora que se me ha olvidado cómo se divide, y no hablemos ya de las raíces cuadradas. El orden en una serie lo marcan los números, estamos rodeados de ellos, números de teléfonos, los del dni, el del localizador del billete de avión, el código pin, el de la tarjeta de crédito, números, números y más números… y como soy tan negada con ellos, esto trasladado a mi vida se traduce en el absoluto desorden: soy una persona extremadamente desordenada con mis cosas, pero a la vez muy organizada a la hora de planear mi vida.

Me agobia la falta de tiempo, y trabajo mejor bajo la presión del último minuto. No es que sea vaga, pero me da pereza empezar las cosas, una vez que estoy metida en el asunto no hay quien me saque. No puedo con las injusticias, me molesta que me interrumpan, pero soy consciente de que yo también lo hago. Me gusta dormir, pero prefiero la sensación de haber aprovechado la mañana por haber madrugado. Puedo parecer una persona fría, pero yo no me lo considero, igual la primera impresión es de una persona distante y borde, soy reservada en un primer momento. No le doy el privilegio de conocerme a todo el mundo, y si no tengo interés en alguien, se nota.

Me gusta la publicidad, la creatividad, el diseño gráfico, la moda, el cine, la lectura, viajar, el chocolate, la música y que me quieran mucho. Creo que soy cariñosa con la gente que me importa, o al menos eso intento. No me gusta estar de brazos cruzados ni la ausencia de planes en un futuro a corto plazo. Me considero trabajadora y responsable, aunque soy un poco desastre para algunas cosas. Creo que soy una persona sociable y tolerante. Me gusta estar rodeada de gente pero también necesito ese momento de encerramiento en mis propios pensamientos, aunque me aterra enormemente la soledad.

Soy muy impaciente, demasiado. Lo quiero todo ya y ahora, en todos los sentidos. Odio cocinar, y creo que es por la falta de paciencia, las comidas elaboradas requieren su tiempo. Me flojea la fuerza de voluntad y me muerdo las uñas desde que tengo memoria, aunque va por épocas. Soy positiva y me gusta tomarme las cosas con filosofía, pero por las mañanas no hay quien me aguante, tengo carácter y no tengo problema en sacarlo. No me gusta que no me tomen en serio.

Me gusta trabajar en grupo, lo veo mucho más satisfactorio y eficaz que el trabajo individual (normalmente). Soy un poco mandona en este sentido. Yo me consideraba perfeccionista hasta que muchas de las opiniones hacia mí en ese sentido fueron de “trapalleira”. Soy quejica y puntillosa, odio las faltas de ortografía y la impuntualidad. Cotilla, o mejor dicho, curiosa. Me aterran las agujas y me mareo si veo sangre, si es mía todavía peor que si es de alguien ajeno.

Me gustaría trabajar en una agencia de publicidad, y ya por seguir soñando, en el departamento creativo. Pero no soy reacia a ningún otro trabajo o profesión, si tienen algo que ver con comunicación, y sino pues todo es pensárselo. El mundo empresarial tampoco me disgusta, y hasta 2º de bachillerato siempre quise estudiar derecho. Hoy por hoy no me arrepiento de haber cambiado de opinión en el último momento.

No llevo las críticas demasiado bien, pero lo intento. Puedo ser muy borde y contestar muy mal, aunque me arrepiento al segundo, pero soy impulsiva y a veces no me controlo como debiera. Creo que soy empática, pero a la vez un poco egoísta para algunas cosas. Para ciertos asuntos hay que decirme las cosas 20 veces, puedo llegar a ser muy pesada, soy consciente, pero también muy despegada.

Siempre he sido muy independiente, o eso creo yo, desde que era enana. No soy una niña de papá y mamá en ese sentido, pero cuando paso temporadas fuera soy la primera en echar de menos mi casa. Me encanta Galicia, me considero mucho más gallega que española, y muy orgullosa de tener una cultura propia y diferenciada del resto.

Huyo un poco de los problemas, no por cobardía, pero no me gusta el mal rollo, ni enfadarme, ni estar enfadado con alguien que me importa, perdono siempre, pero no olvido, yo no lo llamo rencor, pero quizás sí. Odio sentir envidia, creo que es de los peores sentimientos que se pueden experimentar. Me gusta la playa, el mar y el sol, que te carga las pilas a tope. Pero no me disgusta la lluvia, siempre que esté a cubierto. No podría vivir demasiado lejos del mar.

Escapo de la rutina y de la monotonía, soy inquieta y poco casera. Me gusta el estilo de vida español pero no descarto irme a trabajar a otro país por una temporada. Las nuevas experiencias siempre son bienvenidas. Tengo miedo de cosas absurdas y no tan absurdas. Siento que muchas cosas me vienen grandes, pero si no se intenta nunca se puede saber si van a ir bien. No me gusta que me metan prisa ni que me presionen, pero a veces es la única manera de que espabile.

No me gusta que me vean llorar, pero se me escapan más lágrimas de las que me gustaría, soy una blandita de la vida para cosas tontas, pero luego, cuando la tristeza es lo único que tengo dentro, ni una lágrima. Tampoco acierto mucho con las palabras alentadoras, pero me gusta decir las cosas como son, y si las digo, es porque las pienso.

No soy supersticiosa, sí que creo un poco en el destino y en las casualidades, pero no en la suerte, cada uno tiene que buscarse la suya. No sé muy bien cómo ponerle un final a esto, pero creo que es hora de que saque mis propias conclusiones.