jueves, 16 de julio de 2015

Andrea y Adriana

Superados los primeros 15 días de au pair en Bruselas puedo decir que hasta ahora no tenía ni una idea aproximada de lo duro y agotador que es ser madre/padre. Nunca tuve que aguantar a un niño demasiado tiempo durante varios días seguidos, que para eso tienen padres, ¿no?. Tenía la perspectiva desde la visión de hija y eso hasta donde sé ahora ya no es válido.

Adriana, 3 años recién cumplidos, un loro parlante y una energía que ni el conejito Duracell. Con la altura perfecta y la fuerza suficiente como para abrir toda clase de puerta y coger lo que sea de cualquier sitio. Unos rizos que le tapan los ojos la mitad del tiempo pero que no le impiden correr como una kamikaze por cualquier parte de la casa sin importar lo duro que esté el suelo.

El escenario una casa preciosa de cuatro plantas en un barrio residencial, pero llena de escaleras. Desde que abres la puerta de entrada unos cuantos peldaños separan el hall que distribuye salón, comedor y cocina. Escaleras para ir a las habitaciones o al baño y para acceder al jardín. Lo que se traduce en no perder a Adriana de vista ni medio segundo, porque subir y bajar tantas veces al día ya solo por estadística tiene que terminar mal en algún momento.