martes, 26 de marzo de 2013

Tears in Heaven

Hay días que no se olvidan, y pase el tiempo que pase, podrías reconstruirlos una y otra vez sin olvidar ningún detalle.

Semana Santa de 2010

Mis padres y yo nos íbamos de viaje, me acuerdo de odiar ese viaje incluso antes de haber salido de casa, porque yo no tenía ningún interés en irme de Santiago y pasar la Semana Santa fuera, pero mi madre insistió y como es bien sabido por todos, ellas son las que tienen siempre la última palabra. Digo íbamos porque cuando llevábamos más de 4 horas en el coche habiendo dejado Galicia y la lluvia muy atrás, sonó el teléfono, y la voz que nos hablaba a través del manos libres nos dio la noticia que hizo que tuviéramos que dar la vuelta.

Recuerdo la conversación de mi madre con la recepcionista del hotel para cancelar la reserva, mi padre intentando dar un consuelo imposible, y el primer sms que escribí para dar una noticia que ni yo misma me podía creer, me temblaban los dedos cada vez que tecleaba su nombre. Sin quererlo empecé a reconstruir cosas en mi cabeza, lo último que habíamos hablado había sido por tuenti, pero tampoco en profundidad porque nos íbamos a ver en vacaciones. Entonces me arrepentí de todo lo que no había dicho, de lo que no había hecho y de lo que ya no podría hacer nunca más.

Teníamos que volver a Galicia para estar ahí, pero había muchos kilómetros de por medio y muchas horas para pensar; estuvimos los tres callados casi todo el trayecto de vuelta. Yo tenía muchas preguntas que hacer, pero no sabía por dónde empezar, era como si hablar del tema lo hiciera realidad antes de llegar, y omitirlo era una manera de creer que no podía ser cierto, no por el momento ni hasta verlo con mis propios ojos. Recuerdo la mirada fija de mi madre en la carretera... no sé cómo fue capaz de conducir, porque yo no podía ver nada más allá de la tristeza que se me escapaba por los ojos.

Se repetían las llamadas y la misma frase una y otra vez resonando dentro del coche. Esas palabras siempre tenían el mismo efecto en mi cabeza, y otra vez me venía el mismo pensamiento a la mente: nunca más voy a verla. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. No podía ser cierto. "Nunca" y "siempre", dos palabras tan rotundas y pesadas como la misma muerte. Cuando llegamos a Galicia la lluvia era la que nos recibía, fue como si el tiempo se hubiera solidarizado con nuestra pena y las nubes estuvieran descargando todas las lágrimas que teníamos dentro. Estuvo lloviendo toda la semana.

Ahora me parece que ha pasado una eternidad desde ese día, y a la vez que fue ayer, la relatividad del tiempo se mide en los días que te echamos de menos, porque el 27 de marzo de 2010 dejó de cumplir años y una parte de mí se fue con ella. Envidio a toda esa gente que tiene fe en algo y se aferra a ella como un clavo ardiendo, precisamente por eso, porque tienen algo en lo que creer.


"En ninguna otra situación como en el duelo, el dolor producido es total: es un dolor biológico (duele el cuerpo), psicológico (duele la personalidad), social (duele la sociedad y su forma de ser), familiar (nos duele el dolor de otros) y espiritual (duele el alma). En la pérdida de un ser querido duele el pasado, el presente y especialmente el futuro. Toda la vida, en su conjunto, duele".


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