sábado, 2 de marzo de 2013

Trauma superado


Empecé este post escribiendo desde el tren, porque el jueves por la tarde fui a Pontevedra para hablar con mi tutora del TFG (trabajo fin de grado), aproveché la visita a la facultad para hacer un par de gestiones y después ir a visitar a mi querida Laura Bravo a su pisiño. Entre ir y venir de Pontevedra para ir a clase o reunirme con mi tutora, y el curso que estoy haciendo en Coruña los sábados por la tarde, me estoy haciendo muy asidua a renfe, y como no me gusta nada perder el tiempo, o sentir que lo pierdo, me llevo el ordenador a todos lados, para ver series, escribir o acabar trabajos pendientes (además de un libro reglamentario, una libreta y un boli, el iPod, el móvil etc). Tantos trenes cojo últimamente que cada vez que cambio de bolso o cojo un abrigo diferente, me encuentro con los típicos tickets por todos lados. Prueba gráfica (esto es sólo de febrero):



Como novedades reseñables, el curso que acabo de mencionar, al que me apunté con Julia, una amiga de la carrera. Yo me enteré de su existencia porque mi abuela fue al Museo de Arte Contemporáneo en una de sus visitas a Coruña y me trajo un papelito con toda la información porque sabe que me encantada todo lo que tenga que ver con carteles, publicidad impresa y diseño. El curso en sí se lleva a cabo allí, y trata de la historia del cartel y las estrategias visuales de la persuasión. El primer año de carrera dimos algo de esto en la asignatura "Historia de la propaganda y la publicidad", pero muy por encima, unas escasas pinceladas, que espero ampliar este mes porque es un tema que me interesa. Son los sábados por la tarde hasta el 23 de marzo, de momento llevamos dos clases pero nos ha gustado mucho. 


El profesor es un chico joven (Tonecho Otero) que se ve que controla y sabe del tema, porque la clase fueron 2 horas con la luz apagada y el proyector pasando imagen tras imagen y aun le parecía poco, que siempre se pasa de la hora de lo absorto que está explicándonos los detalles de cada cartel y lo que significan. No se apoya en ningún texto y se pasa la clase hablando sin parar, pero son dos horas de lo más amenas la verdad, así da gusto.

La primera clase fue un poco de situación, desde Toulouse Lautrec, vanguardias como cubismo, dadaísmo, hasta anuncios actuales. Mucho diseño gráfico, historia, tipografía y publicidad, es decir, la mezcla perfecta. La sesión de hoy fue más concreta, carteles soviéticos, nazis y de las guerras mundiales. Llegando hasta icónicos carteles americanos y propaganda política. Nos adelantó que el próximo día empezaremos con Oliviero Toscani, fotógrafo famoso por las campañas que hizo para Benetton.

Este es el cartel con el que se promociona el curso
Otra cosa productiva que he hecho ha sido matricularme en la autoescuela, empiezo el 7 de marzo el intensivo para el teórico, y aunque me da muchísisisisma pereza, tengo muchas ganas. A ver si me lo saco de encima rápido y sin mucho agobio. Cambiando de tema radicalmente, esta semana ha ocurrido algo digno de contar: he superado mi trauma a las peluquerías y a los peluqueros.

El martes decidí dejar en manos de un profesional en la materia mi corte de pelo, porque cuando alguien que no tiene ni puta idea es quien lo hace ocurren los desastres, (como cuando una empresa deja en manos del “amigo del amigo” o del “primo” el diseño de su página web, la gestión de sus redes sociales, o la comunicación en general, va a hacerlo mal, porque no tiene ni puta idea del tema) y desde hace mucho tiempo, esto del corte de pelo corría por mi cuenta. Además que los peluqueros deben pensar que les vas a pagar proporcionalmente a cuanto te corten el pelo, y no, hay que hacer que se quiten esta idea errónea de la cabeza.

Volviendo a lo otro, llevo más de un año cortándome yo el pelo, con sus respectivos desastres... Cuando acababa de peinarme y veía que no me convencía el asunto, cortaba un poco de allí, un poco de allá, e iguala que te iguala me dejaba unos desniveles considerables. En Angers me debí cortar el pelo 3 o 4 veces, cada vez que Tere me veía tijera en mano “arreglando” flipaba.

El trauma viene de atrás. Recién llegada a Tarragona me apunté con mi inseparable Laura Quintaba a una agencia de azafatas, y salió un casting de L’Oréal para corte y color. Allá que nos fuimos las dos a probar suerte, yo iba para los recogidos y a ella le daba igual uno que otro porque se atrevía a cortárselo y a teñírselo.  Al final me convencieron a mí para cortármelo y darle un tinte por las puntas; como el peinado que me ofrecían no estaba mal, accedí, además me pagaban por ello en vez de ser yo la que pagaba por ir a la peluquería. Tenía el pelo larguísimo por aquel entonces, y bien cuidado, aunque no me venía mal sanearlo, y ya que estaba empezando un año nuevo en otra ciudad, me vine arriba y dije “¿por qué no?”, me quedaría media melena (acabó siendo más corto de lo acordado y con las puntas teñidas de marrón, que no se notaban nada de nada porque tengo el pelo muy negro).


Me estoy remontando a octubre de 2011, la mañana que nos citaron a todas las chicas para cortarnos el pelo, peinarnos etc tuvimos que ir vestidas de negro total y con taconcitos, yo ya me temía lo peor. Allí llegamos todas con un madrugón de cuidado. Nos iban a cortar el pelo delante de peluqueros a lo “clase magistral”, por lo que todas las miradas iban a estar centradas en nuestras cabezas. Cuando estuvo todo preparado para la clase fue llegando la gente, un poco de todo, mujeres jóvenes, señoras, hombres con más pluma que Boris Izaguirre, chicos… todos regentaban una peluquería o eran peluqueros.

Nos maquillaron y lavaron el pelo y estábamos sentadas juntas al fondo, cuando fue mi turno, me levanté, caminé hasta el escenario (una tarima gigante a modo de escenario) y me senté en una banqueta alta de estas que giran. Con el pelo mojado cual rata, por mucho que me hubieran maquillado antes, tenía que estar horrible… el peluquero me puso la capita del pánico, y empezó a explicar los pasos del corte y el peinado que me iba a hacer. Cada asistente a esa demostración tenía un catálogo con los diferentes cortes, peinados, tintes y demás artículos de peluquería que se iban a usar.

Mi corte se iba a hacer con navaja. “¿Con una navaja?” pensé yo, y claro, estaba frente a todo el público, sin verme en ningún sitio reflejada y con el pelo empapado calándome hasta los huesos, y el señor empuñando una navaja no arreglaba mucho. Yo tenía que sonreír y dejarme hacer, pero no había caído en que no me vería hasta que estuviera ya peinada del todo, no tenía un espejo delante para ir viendo el proceso, y cuando el señor cortó el primer mechón me entraron ganas de llorar, eso sí, con la sonrisita. “Qué tontería, el pelo crece” pensará alguno/a que esté leyendo esto, sí, claro que crece, pero a día de hoy, 2 de marzo de 2013 aún no tengo el pelo tan largo como lo tenía en octubre de 2011.

Total, que yo no me podía mirar y lo único que alcanzaba a ver era mi pelo esparcido por el suelo, ¡el suficiente como hacer extensiones de las largas! De repente el peso que suelo sentir en la cabeza con el pelo mojado había desaparecido, porque me había quedado sin nada! No me llegaban las puntas ni a los hombros. Llegó el momento del tinte, que eso sin más porque ni se me notaba, y como vino la moda de las californianas, pues bien, de hecho repetí caseramente el tinte un par de veces con mi amiga Pazos haciendo de peluquera a domicilio.

El “espejo” que tenía para guiarme, eran las caras de mis compañeras y los gestos que me hacían, pero hasta que no me vi yo en vivo y en directo no estuve tranquila. No es que saliese de allí con el pelo como un chico, o calva de un lado, o con el pelo naranja, no, lo tenía bien, cortito, pero bien, no era como para hacer un drama, pero después de tener toda la vida el pelo largo, para mí lo era. Eso sí, el bote de champú me duraba 2 meses más y tardaba en secarme, peinarme y plancharme el pelo 5 minutos, y como en Tarragona no llueve casi nunca, pues era una maravilla, cuando venía a Galicia de visita ya era otro rollo… La cuestión fue que el pelo corto sólo me gustaba liso, entonces me lo planchaba todos los días, y yo pensaba “si me lo plancho tanto se me van a ir abriendo las puntas, voy a tener que cortármelo con frecuencia y nunca más volveré a tener el pelo largo”.



Más de un año después, vuelvo a tener mi melena morena casi como antes, un poco más corta, pero poco a poco… Conclusión, que no me pillan en otra así ni loca (nota mental: Andrea, no te cortes el pelo aunque te paguen por ello). Espero haberos entretenido con mis nuevas andanzas, que de momento no son pocas ;) Besiños!

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