Empecé este post escribiendo desde el tren, porque el jueves por la tarde fui a Pontevedra para
hablar con mi tutora del TFG (trabajo fin de grado), aproveché la visita a la facultad para hacer un par de gestiones y después ir a visitar a mi querida Laura Bravo a su pisiño. Entre ir y venir de Pontevedra para ir a clase o reunirme con mi tutora, y el curso que estoy
haciendo en Coruña los sábados por la tarde, me estoy haciendo muy asidua a renfe, y como no me gusta
nada perder el tiempo, o sentir que lo pierdo, me llevo el ordenador a todos
lados, para ver series, escribir o acabar trabajos pendientes (además de un libro reglamentario, una libreta y un boli, el iPod, el móvil etc). Tantos trenes
cojo últimamente que cada vez que cambio de bolso o cojo un abrigo diferente,
me encuentro con los típicos tickets por todos lados. Prueba gráfica (esto es sólo de febrero):
Como novedades reseñables, el curso que acabo de mencionar, al que me apunté con Julia, una amiga de la carrera. Yo me enteré de
su existencia porque mi abuela fue al Museo de Arte Contemporáneo en una de sus
visitas a Coruña y me trajo un papelito con toda la información porque sabe que
me encantada todo lo que tenga que ver con carteles, publicidad impresa y
diseño. El curso en sí se lleva a cabo allí, y trata de la historia del cartel y las estrategias visuales
de la persuasión. El primer año de carrera dimos algo de esto en la asignatura "Historia de la propaganda y la publicidad", pero muy por encima, unas escasas pinceladas, que espero ampliar
este mes porque es un tema que me interesa. Son los sábados por la tarde hasta
el 23 de marzo, de momento llevamos dos clases pero nos ha gustado mucho.
El profesor es un chico joven (Tonecho Otero) que se ve que controla y sabe del tema, porque la clase fueron 2 horas con la luz apagada y el proyector pasando imagen tras imagen y aun le parecía poco, que siempre se pasa de la hora de lo absorto que está explicándonos los detalles de cada cartel y lo que significan. No se apoya en ningún texto y se pasa la clase hablando sin parar, pero son dos horas de lo más amenas la verdad, así da gusto.
La primera clase fue un poco de situación, desde Toulouse Lautrec, vanguardias como cubismo, dadaísmo, hasta anuncios actuales. Mucho diseño gráfico, historia, tipografía y publicidad, es decir, la mezcla perfecta. La sesión de hoy fue más concreta, carteles soviéticos, nazis y de las guerras mundiales. Llegando hasta icónicos carteles americanos y propaganda política. Nos adelantó que el próximo día empezaremos con Oliviero Toscani, fotógrafo famoso por las campañas que hizo para Benetton.
El profesor es un chico joven (Tonecho Otero) que se ve que controla y sabe del tema, porque la clase fueron 2 horas con la luz apagada y el proyector pasando imagen tras imagen y aun le parecía poco, que siempre se pasa de la hora de lo absorto que está explicándonos los detalles de cada cartel y lo que significan. No se apoya en ningún texto y se pasa la clase hablando sin parar, pero son dos horas de lo más amenas la verdad, así da gusto.
La primera clase fue un poco de situación, desde Toulouse Lautrec, vanguardias como cubismo, dadaísmo, hasta anuncios actuales. Mucho diseño gráfico, historia, tipografía y publicidad, es decir, la mezcla perfecta. La sesión de hoy fue más concreta, carteles soviéticos, nazis y de las guerras mundiales. Llegando hasta icónicos carteles americanos y propaganda política. Nos adelantó que el próximo día empezaremos con Oliviero Toscani, fotógrafo famoso por las campañas que hizo para Benetton.
Este es el cartel con el que se promociona el curso |
Otra cosa productiva que he hecho ha sido matricularme en la
autoescuela, empiezo el 7 de marzo el intensivo para el teórico, y aunque me da
muchísisisisma pereza, tengo muchas ganas. A ver si me lo saco de encima rápido
y sin mucho agobio. Cambiando de tema radicalmente, esta semana ha ocurrido algo digno de contar: he superado mi
trauma a las peluquerías y a los peluqueros.
El martes decidí dejar en manos de un profesional en la
materia mi corte de pelo, porque cuando alguien que no tiene ni puta idea es
quien lo hace ocurren los desastres, (como cuando una empresa deja en manos del
“amigo del amigo” o del “primo” el diseño de su página web, la gestión de sus
redes sociales, o la comunicación en general, va a hacerlo mal, porque no tiene
ni puta idea del tema) y desde hace mucho tiempo, esto del corte de pelo corría
por mi cuenta. Además que los peluqueros deben pensar que les vas a pagar proporcionalmente a cuanto te corten el pelo, y no, hay que hacer que se quiten esta idea errónea de la cabeza.
Volviendo a lo otro, llevo más de un año cortándome yo el pelo, con sus respectivos desastres... Cuando acababa de peinarme y veía que no me convencía el asunto,
cortaba un poco de allí, un poco de allá, e iguala que te iguala me dejaba unos
desniveles considerables. En Angers me debí cortar el pelo 3 o 4 veces, cada
vez que Tere me veía tijera en mano “arreglando” flipaba.
El trauma viene de atrás. Recién llegada a Tarragona me
apunté con mi inseparable Laura Quintaba a una agencia de azafatas, y salió un
casting de L’Oréal para corte y color. Allá que nos fuimos las dos a probar
suerte, yo iba para los recogidos y a ella le daba igual uno que otro porque se
atrevía a cortárselo y a teñírselo. Al
final me convencieron a mí para cortármelo y darle un tinte por las puntas;
como el peinado que me ofrecían no estaba mal, accedí, además me pagaban por
ello en vez de ser yo la que pagaba por ir a la peluquería. Tenía el pelo
larguísimo por aquel entonces, y bien cuidado, aunque no me venía mal sanearlo,
y ya que estaba empezando un año nuevo en otra ciudad, me vine arriba y dije
“¿por qué no?”, me quedaría media melena (acabó siendo más corto de lo acordado
y con las puntas teñidas de marrón, que no se notaban nada de nada porque tengo
el pelo muy negro).
Me estoy remontando a octubre de 2011, la mañana que nos
citaron a todas las chicas para cortarnos el pelo, peinarnos etc tuvimos que ir
vestidas de negro total y con taconcitos, yo ya me temía lo peor. Allí llegamos
todas con un madrugón de cuidado. Nos iban a cortar el pelo delante de
peluqueros a lo “clase magistral”, por lo que todas las miradas iban a estar
centradas en nuestras cabezas. Cuando estuvo todo preparado para la clase fue
llegando la gente, un poco de todo, mujeres jóvenes, señoras, hombres con más
pluma que Boris Izaguirre, chicos… todos regentaban una peluquería o eran
peluqueros.
Nos maquillaron y lavaron el pelo y estábamos sentadas
juntas al fondo, cuando fue mi turno, me levanté, caminé hasta el escenario
(una tarima gigante a modo de escenario) y me senté en una banqueta alta de
estas que giran. Con el pelo mojado cual rata, por mucho que me hubieran
maquillado antes, tenía que estar horrible… el peluquero me puso la capita del
pánico, y empezó a explicar los pasos del corte y el peinado que me iba a
hacer. Cada asistente a esa demostración tenía un catálogo con los diferentes
cortes, peinados, tintes y demás artículos de peluquería que se iban a usar.
Mi corte se iba a hacer con navaja. “¿Con una navaja?” pensé
yo, y claro, estaba frente a todo el público, sin verme en ningún sitio
reflejada y con el pelo empapado calándome hasta los huesos, y el señor empuñando
una navaja no arreglaba mucho. Yo tenía que sonreír y dejarme hacer, pero no
había caído en que no me vería hasta que estuviera ya peinada del todo, no
tenía un espejo delante para ir viendo el proceso, y cuando el señor cortó el
primer mechón me entraron ganas de llorar, eso sí, con la sonrisita. “Qué
tontería, el pelo crece” pensará alguno/a que esté leyendo esto, sí, claro que
crece, pero a día de hoy, 2 de marzo de 2013 aún no tengo el pelo tan largo
como lo tenía en octubre de 2011.
Total, que yo no me podía mirar y lo único que alcanzaba a
ver era mi pelo esparcido por el suelo, ¡el suficiente como hacer extensiones
de las largas! De repente el peso que suelo sentir en la cabeza con el pelo
mojado había desaparecido, porque me había quedado sin nada! No me llegaban las
puntas ni a los hombros. Llegó el momento del tinte, que eso sin más porque ni
se me notaba, y como vino la moda de las californianas, pues bien, de hecho
repetí caseramente el tinte un par de veces con mi amiga Pazos haciendo de
peluquera a domicilio.
El “espejo” que tenía para guiarme, eran las caras de mis
compañeras y los gestos que me hacían, pero hasta que no me vi yo en vivo y en
directo no estuve tranquila. No es que saliese de allí con el pelo como un
chico, o calva de un lado, o con el pelo naranja, no, lo tenía bien, cortito,
pero bien, no era como para hacer un drama, pero después de tener toda la vida
el pelo largo, para mí lo era. Eso sí, el bote de champú me duraba 2 meses más
y tardaba en secarme, peinarme y plancharme el pelo 5 minutos, y como en
Tarragona no llueve casi nunca, pues era una maravilla, cuando venía a Galicia
de visita ya era otro rollo… La cuestión fue que el pelo corto sólo me gustaba
liso, entonces me lo planchaba todos los días, y yo pensaba “si me lo plancho
tanto se me van a ir abriendo las puntas, voy a tener que cortármelo con
frecuencia y nunca más volveré a tener el pelo largo”.
Más de un año después, vuelvo a tener mi melena morena casi
como antes, un poco más corta, pero poco a poco… Conclusión, que no me pillan
en otra así ni loca (nota mental: Andrea, no te cortes el pelo aunque te paguen
por ello). Espero haberos entretenido con mis nuevas andanzas, que de momento no son pocas ;) Besiños!
No hay comentarios:
Publicar un comentario