lunes, 17 de diciembre de 2012

Lunes


Hoy es lunes, son las 15:42 y escribo desde Charles de Gaulle, uno de los aeropuertos principales de París. Este es el aspecto desolador que presenta la terminal 3. Es lo que tiene llegar con 4 horas de antelación.



Los lunes empiezan las semanas, es el día a partir del cual se comienzan a contabilizar los días y se hacen planes del estilo de “el lunes empiezo la dieta”, “ el lunes me pongo en serio con el trabajo”. Paradójicamente, para mí es como si ya se acabase la semana, que acaba de empezar. No sólo porque vuelvo a España, sino porque dejo atrás a personas que me gustaría meter en la maleta y que formasen parte de la vida que ahora voy a retomar…

Ayer adelanté lo que me pasó hace ya nueve días: me robaron el bolso.

Os prometo que en mi vida me habían robado nada, nunca he perdido un móvil ni he hecho un duplicado de la tarjeta sim, nunca me hizo falta llamar al número para cancelar las tarjetas de crédito…  hasta septiembre de 2012. Ya no puedo presumir de no haber sido nunca víctima de un robo ni de lo poco despistada que soy en cuanto a perder mis cosas.

Como me gusta mucho vivir al límite y experimentar momentos de infarto, a una semana de venir a Angers me robaron la cartera en Santiago. Indocumentada y con las interminables colas para hacer el dni, decidí irme a Pontevedra y sacármelo allí, ya que sin esta tarjeta de plástico no puedes ir a ningún sitio, y yo ya tenía mi vuelo comprado para venir a Francia.

Mi madre, sabia como toda madre (e lista como un allo), me recomendó que me hiciera el pasaporte también, porque lo tenía caducado desde 2009, pero yo que soy muy lista le dije que no, que con el dni era suficiente y que a mí no me habían robado nunca y eso era un mero hecho aislado. “¿Y si quieres ir a Turquía o a Rusia?” me preguntó ella, y yo le dije que si me pagaba esos viajes me sacaba el pasaporte dos veces si quería. Ante su rotunda negativa, renové el dni y pasé del pasaporte.

Después del robo en septiembre, el sábado pasado se repitió en Nantes. La Bohemia, Isagata y yo decidimos ir hasta allí a experimentar una nueva soirée, además que un chico de nuestra clase nos había recomendado encarecidamente la ciudad y teníamos ganas de ir. Como había que coger un tren para ir y otro para volver, decidí llevar dinero suficiente por el tan socorrido “por si acaso”. Mis amigas me invitaron a cenar a su casa para ir a la estación juntas y yo fui encantada, me metí el móvil en el bolso y el cargador, porque tenía la batería bajo mínimos, para enchufarlo un poco en su casa antes de salir y que sobreviviese durante toda la noche.

Cuando salgo en Angers, no me llevo demasiadas cosas en el bolso, porque no me hacen falta, pero esa noche era diferente, y como ya he dicho, el “por si acaso” me hizo llevar toda mi documentación y tarjetas de crédito. A eso de las 4 de la mañana, y en la puerta de Lieu Unique, un chico al que no me dio tiempo ni de verle la cara, me cogió el bolso y salió corriendo. En ese momento empezó la semana más larga y angustiosa de mi vida.

Me daba igual el bolso, me había costado 6 euros en su día en Primark, no me importaba, tampoco me importaba el móvil, ni el maquillaje chanel ni los guantes de piel ni los 50 euros que llevaba en la cartera. Yo sólo podía pensar en mi dni, tan nuevo, recién estrenado como quien dice. Sin dni no podía subirme a un avión y 9 días después ese era el plan que tenía.

Al borde de un ataque de nervios, el portero de la discoteca en cuestión, cogió por banda a una chica argentina que me llevó inmediatamente a la comisaría de Nantes en coche y me hizo de traductora. Yo todavía no me creía lo que me estaba pasando, OTRA VEZ. Pero esta vez la situación era mucho peor, en otro país y sin móvil, incomunicada, pobre e indocumentada. No podía dejar de pensar “la bronca que me va a caer cuando hable con mis padres va a ser épica” aunque en realidad sólo quería hablar con ellos para ver qué hacía con mi vida. En Nantes no me solucionaron nada porque no pude poner la denuncia, me faltaban datos que en ese momento no tenía, como el IMEI del móvil o los números de las tarjetas de crédito.

Este era el segundo problema en grado de importancia: las tarjetas. Tenía que anularlas a la de ya, sobre todo la española, la francesa no me preocupaba tanto. Me dieron un número para anularlas al que llamé cuando la argentina me llevó de vuelta a donde me esperaban mis amigas. El portero de la discoteca en la que estábamos nos dejó llamar desde allí, qué majo fue con nosotras, estuvimos muchísimo tiempo con él intentando arreglar algo. Después de que él hablase con una operadora francesa me pasaron con una que hablaba español, que no española. Y le conté la movida, le di mis datos y el nombre de los bancos y las cuentas de las que había que cancelar las tarjetas.

Mis dos amigas se portaron genial conmigo y me financiaron la vuelta a Angers y el respectivo bus a casa. Me metí en la cama sobre las 9 de la mañana y a las 12 y media estaba llamando a mis padres por skype. Entre el frío que tenía y el mar cuerpo por el robo, no dormí nada. Cuando les conté lo sucedido no daban crédito. Mi madre llamó para cancelar la línea de mi teléfono vodafone, y yo le dije que llamase a mi banco para asegurar que mi tarjeta estaba anulada, que no lo estaba. Cuando fui a Societe General para preguntar por el estado de mi tarjeta francesa, ésta tampoco estaba anulada.

El domingo por la tarde en Angers, fui con Clara y Tere hasta la comisaría para poner la denuncia con la que tendría que ir a la embajada española en París para que me hicieran un salvoconducto. Papel que permite volar a un extranjero a su país de origen sin un documento de identidad. Como me faltaban datos que no podía conseguir en el día, tuve que volver a la mañana siguiente, y ya por fin, con 3 hojas de denuncia en mano, podía ir a París a por el papel que me asegurase que no me iba a quedar retenida entre franceses.

La Bohemia me acompañó a París el jueves, ida y vuelta en covoiturage nos pasamos el día pateando la ciudad. A las 5 de la mañana estaba en pie para quedar con Andrea a las 6:15. El rdv (la quedada) con el conductor era a las 6:30 en la gare (en la estación) y allí estábamos debajo de mi paraguas fresa esperando puntuales. Llovía como si se fuera acabar el mundo, era 13 de diciembre, no 21, pero el cielo ese día proclamaba un holocausto. Llegamos a la ciudad del amor y estaba todo helado, hacía un frío que congelaba las neuronas. Y después de la lluvia que nos había caído encima en Angers, el frío se agudizaba.

Ya en el metro nos fuimos hasta la calle donde está el consulado español en París, el Boulevard Malesherbes. Lo encontramos sin problemas, la bandera que ondeaba en la fachada también ayudaba. Una vez allí presenté la denuncia y dos fotos y solicité el salvoconducto. Previa bronca del funcionario porque ninguna de las dos estábamos inscritas en la embajada como residentes en Francia, la Bohemia se puso a discutir con él sobre este trámite y yo quería suavizar las cosas, que me veía salir de allí sin el papel. Después de la reprimenda, cubrí una instancia y el señor entre risas al leer la denuncia me dijo “seguro que no le dijiste nada a tus padres de que fue en la puerta de una discoteca”. Yo levanté la cabeza mientras cubría el papel y le dije que obviamente mis padres estaban al tanto, que sino a ver de dónde sacaba yo dinero y recursos para presentarme en el consulado después de haber sido desplumada en segundos.

No compartí sus risas y me fui de allí alucinando e indignada, como si no hubiera tenido yo bastante. Esto fue a las 10 de la mañana, el señor de turno nos dijo que volviésemos a las 14:15, un cuarto de hora antes de cerrar, porque había que llamar a Madrid para que confirmasen mi identidad.

Salimos y nos fuimos a tomar un café, que sería importado directamente desde Colombia en un bunker de oro con diamantes incrustados. Vaya sablazo, me sentí timada como una guiri. Menos mal que en la cafetería hacía calorcito y volvimos a la vida en unos minutos. De vuelta al metro fuimos hasta el museo Pompidou, la fuente que está al lado estaba helada. Una vuelta por la calle Rivoli y entre tienda y tienda, era la hora de volver al consulado a recoger el papel.

Mi pase a la libertad duró segundos. El papel dice explícitamente que yo, quien digo ser Andrea Enríquez Cousiño, puedo volar únicamente a España, territorio nacional. Mi vuelo era a Oporto, Portugal, que aunque a mí me parezca que no, y no lo tenga en consideración, es otro país. La señora del consulado me dijo que me hiciera la loca y probase suerte. Estaba yo como para probar suerte, el papel expira el martes 18, así que antes de ese día tendría que coger un avión. La solución que me daba la simpática funcionaria era tentar a la suerte, y encima con Ryanair, que dejan en tierra a una señora por llevar un libro en la mano, me van a dejar a mí ir a Portugal sin dni y con un papel que sólo es válido para España. Claro que sí.

Yo le digo que entonces qué hago, que se supone que mi consulado es el que me tiene que dar una solución firme, no una probabilidad remota. La respuesta fue que me fuera en tren. Con lo bien comunicado que está Galicia igual llegaba en Nochebuena. Llamo a mi madre para decirle que tengo el papel y su alegría duró lo mismo que la mía cuando le dije que sólo servía para volar a España y yo iba a Oporto. Me fui directa al consulado portugués, ya que estaba en París había que agotar todas las posibilidades.

Andrea y yo nos plantamos allí y yo le expliqué a un señor trajeado lo que me pasaba en gallego-portugués-español. Él me entendió a pesar de mi castrapo y me dijo que fuera a hablar con la jefa, Madame Oliveira, a ver qué se podía hacer. Allá voy a la tercera planta, a hablar con la Madame, que aparte de no solucionarme nada, me atendió de una manera muy brusca. Le entregué mi salvoconducto y la tarjeta de embarque y lo primero que dijo fue “esto es un salvoconducto español”. Gracias señora, qué capacidad de observación tan brillante, anonadada me hallo ante tal descubrimiento. Si no fuese porque tenía las esperanzas puestas en ella para que me diera una solución, le hubiera dicho algo así, porque vamos, sudor y esfuerzo me costó conseguir el maldito papel. Después de la afirmación ante la naturaleza del documento, me dijo que si entraba en ese avión y aterrizaba en Oporto me podía quedar allí retenida.

Retenida en Portugal era mil veces peor que quedarme atrapada en Francia. Así que lo de ir al aeropuerto y plantarme en la puerta de embarque a probar suerte, no estaba entre mis planes. Yo ya estaba pensado en hacer una página web rollo www.andreaquierevolveracasaennavidad.com e irme con pancartas al aeropuerto para montar un escándalo y salir en los medios. Andrea que está haciendo periodismo me daba la aprobación.

La fría tarde de París y mi problema que no hacía más que agravarse por momentos, no me dejaba pensar con claridad. No le veía fin al asunto. Tanto dni electrónico, huella digital, tantas bases de datos, tanta informática y tanto ciudadano de la unión europea y allí estaba yo; sin ningún tipo de solución y sin poder coger un avión como si fuera una terrorista. Y todo por un tarjeta de plástico con un chip y una foto en blanco y negro escaneada.

Teníamos que coger el coche del covoiturage para volver a Angers a las 18:00 en la Plaza de Italia, eran las 18:10 y seguíamos en el metro, y sin cobertura. Cuando salimos a la superficie, llamamos al señor y nos fuimos directas a la puerta del McDonald’s donde nos dijo que nos esperaba. La Plaza de Italia es básicamente una rotonda y estacionar allí es imposible. Yo vi un Ford Fusion gris con las luces de emergencia justo delante del McDo, y el coche que ponía en la página web en el que íbamos a ir era un Ford gris grande, por lo que no lo dudé ni un segundo. Casi abriendo la puerta y subiéndome al vehículo, veo que el conductor y el copiloto son dos chicos de color que nada tienen que ver con la foto de covoiturage.fr, con la Bohemia riéndose a carcajada limpia, nos fuimos de allí como quien no quiere la cosa, al ver que no había ningún coche con las mismas características cerca, volvimos al de los negritos, Andrea les preguntó si eran los del covoit, y le dijeron que no. Casi nos subimos al coche equivocado. Ir en coche compartido es como una cita a ciegas.

Ya he dicho al principio que escribo desde el aeropuerto, por lo tanto es obvio que voy a coger un avión, pero he tenido que comprarme otro vuelo, a un destino nacional y con otra compañía. Porque además ryanair no deja volar con salvoconducto. Me salió la noche en Nantes redonda.

Toda la semana de peregrinación por comisarías, bancos, llamadas y trámites para cancelar cosas o volver a dar de alta otras. No me ha salido una úlcera de milagro. Cuando yo creía que no se podía tener más mala suerte en la vida, Murphy volvió a aparecer para que no me atreviese nunca más a subestimarlo.

El viernes pasado (hace tres días) venían a casa los de sinmaletas a buscar nuestras cajas para enviar a España. Teníamos que estar de 12 a 18 en casa, porque en ese intervalo vendrían. Llamamos antes para dar un número de contacto, ya que el que estaba era el mío robado, y para avisar de que la casa en la que vivimos nosotras es la que está detrás del chalet, que íbamos a estar pendientes, pero que lo tuviera en cuenta.

Eran las cinco y no había venido ni Perry. El teléfono tampoco había sonado, y bajamos a la casa a hablar con la familia. Nos abrió el señor y nos da un papel de sinmaletas que pone que un recogedor había pasado a las 16:15, y firmado como si no hubiera nadie en casa para atender el pedido. Tere llamó acto seguido para ver qué había pasado, porque además en la casa había gente, y le dijeron que volverían a por ellas, pero ahora el plazo se alargaba hasta las 19. Como no nos fiábamos del señor, nos plantamos en la puerta a hacer guardia, llegaron Flora y Frederick y se quedaron flipando. Para hacer todavía peor la situación, se puso a llover.

Al poco vimos aparecer un camión blanco, y el conductor parecía que buscaba algo, nos acercamos y era nuestro recogecajas! Casi lo abrazo cuando lo vi aparecer, pobre hombre, no sabía que le esperaban al final de unas escaleras horribles 6 cajas de 20 kilos cada una.

Volviendo al aeropuerto... cuando me decidí a pasar el control de seguridad iba acojonada por si me ponían pegas con el papel, que no podía ser, pero ya no tenía nada claro… estaba sacando el portátil de la maleta, la cámara, el bolso, el reloj etc, y la chica del control me pidió mi tarjeta de embarque, le di el folio que había impreso y me dijo que había un problema. Se me paró el corazón hasta que acabó la frase con “problema informático”. ¡Ay la vida, qué susto! Me dijo que fuera al mostrador de vueling para que me dieran otra tarjeta de embarque y que volviera luego, recogí mis 3 bandejas llenas de cosas y allí me fui.

La suerte parece que ha vuelto a ponerse de mi lado, porque me fui al mostrador y me atendió una chica muy maja, que me dio una tarjeta de embarque nueva. Me dijo que pesara la maleta, tuve otro mini infarto, ya que va cerrada a presión y mi estimación de peso sobrepasaba los 10 kilos... Y mi corazón volvió a la vida cuando vi en la báscula 9.8. Menos mal… de repente me dice, “¿quiere facturarla? Es gratis, va incluido”. ¿Gratis? No hizo falta que me lo repitiera dos veces. Llevo todo el día cargando con ella. Le pregunté si podía entrar con el portátil en la mano y me dijo que sí, así que he pasado el control de seguridad con mi papel de la felicidad (el salvoconducto) sin ningún tipo de problema y como una ejecutiva, con bolso y portátil. Igualito que Ryanair. Me da un poco de miedo porque va la réflex dentro, pero va envuelta en capas y con la funda, malo será.




Y esta ha sido la historia de mi infierno burocrático. He sobrevivido gracias a que tengo unas amigas que ya les gustaría a muchos y a mis padres, que también les gustaría a muchos. Me han tenido que salvar el culo como siempre. Si no fuera por ellos y por Isa, que me dejó su móvil, por Clara y Tere que me ayudaron con la denuncia, y por Andrea que me acompañó a París, quizás ahora estaría en Angers a la espera de ver qué pasa.

Y como todo acaba donde empieza, el sábado Tere y yo fuimos a cenar con Beatriz y su marido, la amiga francesa de mi madre que nos vino a recoger a la estación el día que llegamos, y quien nos invitó a comer el primer fin de semana que pasamos en Angers. Nos invitaron a una crepería estupenda y salimos de allí como si hubiera sido la comida de Navidad. Acto seguimos nos fuimos al Petit Château, a la última fiesta, dónde también fuimos a la primera.

Tere y yo con nuestra maleta de mano y sin apenas cosas porque las cajas están de camino a España, nos quedamos solas la última noche, como la primera. Ayer teníamos cena con Flora y Yusuke de despedida, pero se quedaron atrapados por la nieve (estaban de viaje) y no pudimos decirles adiós. Yo en parte me alegré un poco, un trámite doloroso que nos ahorrábamos. Le dejamos a la vecina china de abajo el regalo que le habíamos comprado a Flora y le hicimos un cartel que pegamos en su puerta, con una cortinilla de té incluida.

Y para cerrar todos los círculos, anoche dormimos juntas en la cama grande. La diferencia es que la primera vez era porque teníamos miedo y estábamos las dos como desamparadas ante lo desconocido. Ayer era por la morriña de tener que irnos. Aunque en parte nosotras tenemos suerte, yo a Tere la voy a ver en clase en Ponte y en Santiago, y vamos a sacarnos el carnet de conducir e ir juntas al gimnasio, así que no tengo queja, porque una persona fundamental de mi vida Erasmus se viene conmigo a mi vida de siempre. Me da muchísima rabia no haber podido volver juntas como era lo previsto, desde Tours hasta Oporto, y tener que irme desde París hasta Madrid para llegar a mi casa mañana... 

Por otro lado hay círculos que no se cierran, como las amistades que se hacen, y las que son siendo de Erasmus hay que vivirlas para entenderlas. Se me cae la lagrimilla escribiendo esto, no me preocupa demasiado porque en los aeropuertos siempre ves a gente que viaja sola, con cara triste, o con cara de felicidad. Quien sabe si porque deja a alguien atrás o porque va a reencontrarse con una persona especial. Yo tengo una mezcla de sentimientos rarísima, por los que dejo atrás y por las ganas que tengo de ver a los de siempre.

Hoy al subirme al coche para venir a París abrí la carta que me dio la Bohemia y no pude evitar sonreír al ver el interior del sobre: flores.



 El lunes que algo acaba y algo empieza.



2 comentarios:

  1. Me ha emocionado mucho leer tu última entrada del blog, especialmente cuando agradecías a tus amigas la ayuda que te prestaron estos días, agradecimiento que yo hago extensivo a todas ellas y desde aquí les mando un beso esperando que algún día pueda conocerlas.
    Gracias a todas.

    He vivido este episodio al borde del infarto lo que también daría para escribir una novela sobre todo las "conversaciones = diálogo de besugos" con la impresentable compañía Ryanair. Ahora lo importante es que, hoy, vas a volver aunque hasta mañana no podremos verte, ¡ya queda poco!.

    Me quedo con lo positivo de tu experiencia de Erasmus que te ha permitido conocer a otras personas, hacer amistades y, en general, traerte un recuerdo para toda la vida. ¡¡¡Bienvenida a casa!!!. Te queremos.
    Te quiero. Mamá.

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  2. Todo esto ha sido mas que un Erasmus!!!! Parece el guión de una película candidata a un Oscar...Me sumo a lo que dice tu madre, la experiencia positiva, pero también con los malos momentos...porque de ellos se aprende también y ayudan a madurar.Bienvenida a casa Andreilla!!!

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