La descripción de la Bretaña en Wikipedia es
la siguiente:
Bretaña: (en francés: Bretagne,
en bretón: Breizh y
en galó: Bertaèyn)
es una región histórica, antiguamente provincia y ducado, en el noroeste
de Francia. Tradicionalmente e
históricamente se extendía por los actuales departamentos de Finisterre, Costas de Armor, Morbihan, Ille y Vilaine y Loira Atlántico. Este último ya no
pertenece a la región de Bretaña, sino a la región de Pays de la Loire.
Esa
es una definición objetiva y puramente descriptiva de la Bretaña y su ubicación
geográfica. La mía va a ser mucho más subjetiva (evidentemente) y también
influenciada por el fin de semana genial que pasamos allí gracias a Marine y
Mathieu.
Todo
esto empezó a fraguarse en las vacaciones de Toussaints cuando Tere y yo fuimos
a París en coche a través de covoiturage (creo que ya he explicado en otra
entrada lo que era este sistema, pero por si acaso, lo repito, es una página en
la que conductores ofrecen plazas libres en sus coches para realizar un viaje y
compartir gastos).
El
día que nos íbamos, esta pareja de franceses nos recogieron en la estación de
Angers para ir a París, ellos iban hasta Bélgica, y nosotros haríamos un tramo
del trayecto con ellos ya nos salía mas rentable a los cuatro. Nos saludaron
desde un Audi a4 gris, y ya en el coche nos empezaron a preguntar lo típico,
que qué hacíamos en Angers, qué estudiábamos, de dónde veníamos… Nos trataron
genial, fueron super amables y el viaje a París se hizo muy ameno gracias a la
grata conversación. Nos contaron muchas cosas de su vida y Mathieu nos dijo que
sus padres vivían en la Bretaña, que cuando quisiéramos nos invitaban e íbamos
un finde para conocer esta parte de Francia.
Nosotras
expusimos un poco nuestras quejas por el trato que recibimos a veces en Angers
por parte de los franceses, y ellos nos dijeron que en esta ciudad y sobre todo
en nuestra universidad son muy cerrados, que también es difícil encajar para
franceses que no son del Pays de la Loire. Nos insistieron mucho en que
fuéramos a la Bretaña con ellos porque estarían encantados de llevarnos a los
sitios más bonitos y turísticos de dicha región, estaban empeñados en que
viéramos que no todos los franceses son iguales para que cambiásemos nuestra
perspectiva del asunto. Aceptamos la invitación y al llegar a París nos
despedimos de ellos prometiendo que nos veríamos pronto. Dicho y hecho.
Semanas
después de nuestro viaje a París, Tere les escribió un correo de parte de las
dos agradeciéndoles otra vez lo majos que habían sido con nosotras, y ellos nos
contestaron invitándonos a la Bretaña el fin de semana. Contestamos
afirmativamente y quedamos el viernes siguiente en la estación, pasaríamos 3 días con
ellos, y el plan corría a su cuenta. Lo único que nos pedían como condición era
llevar una almohada y hacer comida española un día, todo muy fácil.
Llegó
el viernes, y por la mañana fuimos al Atoll (un centro comercial) a hacer unas
fotos para un trabajo (quería hacerlas del consumismo en masa y estaba desierto,
epic fail…) y de paso a ver si había alguna ganga que mereciera la pena. Las
fotos que hice fueron una auténtica basura, pero menos mal que a cambio nos
trajimos un par de baratijas. Llegamos a casa con el tiempo justo para comer y
hacer la maleta (todo con prisas, para variar).
El
día anterior compramos una caja de bombones para llevar como regalo, y un par
de botellas de vino para cumplir. Tere a mayores añadió embutido español que
todavía le quedaba, y con nuestros presentes estaba previsto conquistar a
nuestros amigos (lo conseguimos). Teníamos pensado llevar una maleta para las
dos, porque eran 3 días solamente, pero como buenas mujeres que somos, acabamos
con una maleta cada una y una bolsa con los regalos. Tere es como una madre,
super previsora, con ropa de más por si acaso, y claro, yo no podía irme sin
cargador de la cámara, del móvil y demás utensilios indispensables.
Cuando ya estábamos en el bus de camino a la estación de tren le llega un mensaje a Tere de Marine que ponía si podemos llevar un “duvet”. PERO DIOS SANTO!! QUÉ C*** ES UN DUVET? No teníamos internet ni ningún diccionario a mano como es lógico, pero a cambio un poco de desesperación. La respuesta fue que desolé pero que ya estábamos en el bus y no sabíamos lo que era un “duvet”. Después nos dijeron que era una manta, pero que no había problema, nos apañábamos con lo que había.
Cuando
llegamos a la estación y dieron las 18:00 estábamos atacadas de los nervios,
sobre todo yo, que ya me estaba entrando el miedo escénico y me quería rajar.
Mucha gente me había dicho que lo de irme con un par de extraños un finde no
era demasiado fiable, y claro, no es algo alentador. Por lo que después del
mensaje del “duvet” y no saber qué era eso, yo ya no sabía qué pensar. “Lo peor
que nos puede pasar es que nos aburramos” decía Tere confiada, y yo pensaba
para mí “lo peor que nos puede pasar es que nos lleven a sabe dios donde, nos
violen y nos maten” pero no era momento de compartir este horrible pensamiento
con Tere, que ya se reía nerviosamente y no quería comerse la galleta que le había ofrecido, por si de repente aparecía
el coche de la nada y no le daba tiempo a subirse… jajaja
“A
ver, no pasa nada, hoy llegamos de noche, mañana pasamos todo el día con ellos
y el domingo les decimos que tenemos que venir muy temprano a Angers”, “¿y si
dormimos en habitaciones separadas?” “yo voy contigo hasta a mear si hace
falta”. Un diálogo parecido a este fue lo que hablamos antes de que el Audi a4
que ya conocíamos, llegó.
Nos pidieron disculpas por el retraso (de 5 minutos, pero aquí se toman eso muy en serio) y al segundo ya estábamos con ellos como si fueran nuestros amigos de toda la vida.
Estuvimos
casi 2 horas en el coche hasta que llegamos a Fougères a casa de los padres de
Mathieu, nos habían dicho el nombre de todos
los integrantes de la familia y que el plan sería el que nosotras
quisiéramos.
Nos
dijeron los nombres, sí, pero no nos advirtieron del problema del padre a la
hora de hablar, “necesita un logopeda como el agua de beber” dijo Tere después
del primer encuentro. Yo cada vez que me hablaba sudaba porque no entendía
nada, y tenía que exprimir todas mis neuronas al máximo, sin ningún éxito, cabe
destacar.
La
llegada fue surrealista, las dos allí en una casita de la Bretaña con toda la familia.
Saludos, besos, presentaciones, intento de pronunciar bien nuestros nombres,
intercambio de impresiones, entrega de regalos y abandono de maletas en la
habitación. Mientras que Mathieu y Marine dormían en un colchón hinchable en el
salón, Tere y yo teníamos a nuestra entera disposición la habitación de
invitados, y se negaron en rotundo a cambiarnos el puesto y ser nosotras las
que durmiésemos en el colchón. No he dicho que en esta aventura nos acompañaba
Funky, un perro muy riquiño y obediente que no se separa de nuestros amigos.
Esa
noche, nada más llegar, nos fuimos a una “cremallera” (fiesta de inauguración
de piso) de unos amigos, y allí genial. Cenamos francesamente y llevamos las
botellas que habíamos comprado. Al llegar nos presentaron a todo el mundo y
ronda de dos besos. Habría 15 personas aproximadamente, no recordaba ningún
nombre pero todos parecían saber los nuestros. Conocimos a una pareja que se
iba a trabajar a Costa Rica y estaban aprendiendo español, por lo que estaban
encantados con nuestra aparición y hablaron mucho con nosotras.
Al día siguiente por
la mañana fuimos a un mirador que hay en Fougères, desde donde se ve el
castillo, el más antiguo de Europa, y a un mercadillo, donde me compré los 3
primeros libros de Harry Potter por 3€, así leo algo conocido en francés y se
me hará más fácil.
Mirador de Fougères
El
sábado comimos galettes, que son como las crêpres, pero saladas, y están
buenísimas. La masa de las bretonas son algo diferentes a las que comimos en
París, pero estaban riquísimas igual. Os enseño cómo fue el proceso:
Esa
tarde fuimos al Mont Saint-Michel, con la madre de Mathieu también, os enseño
unas fotos que hablan por sí solas. Un sitio increíble, con unas vistas
impresionantes, situado en la baja Normandía. Nos hizo buen día, lo que es
raro, de hecho aquí hay un dicho que es “il ne peut que sur les cons” que viene
a decir algo así como “sólo llueve sobre los tontos”.
Tere y Marine
Mathieu, yo, Marine, Tere y Annick (madre de Mathieu)
Unas galletas que nos compramos allí que están cojonudas
La
visita nos encantó, y al llegar a casa cenamos Raclette, que es un plato típico
francés que se basa en comer queso fundido, se le puede echar a la carne,
patatas asadas, embutido… Vino también Pauline, la hermana de Mathieu. Después
de la cena, de repente y sin previo aviso, Mathieu cogió una trompeta que tenía
por allí y se puso a tocar (él es batería), nos cedió el instrumento y tuvimos
que probar nosotras también, después nos olían las manos a monedas que daba
gusto. Por si fuera poco con el momentazo trompetil, se arrancaron a bailar una
danza bretona, y Tere se unió mientras yo hacía fotos, animada por la madre…
jajaja qué risas! Esa noche nos fuimos a Rennes a conocer un poco la ciudad y
tomar algo, estuvo muy bien porque nos llevaron a una calle llena de bares y
había muchísimo ambiente.
Tere bailando con Marine, Pauline y Mathieu
Nos regalaron esta camiseta con la frase típica de la Bretaña
Rennes
Rennes
Al
día siguiente por la mañana estuvimos jugando al pale, un juego bretón parecido
a la petanca. Yo iba con el padre y Tere con Mathieu, había que tirar unas
fichas de plomo y que cayeran bien sobre una tabla. No entendí muy bien el
funcionamiento ni el objetivo del juego, pero Tere y yo éramos malísimas. Había
que lanzar con un movimiento de brazo-palanca y siempre se nos quedaba corto el
tiro, o largo… vamos, que no dábamos una. Jugamos en el jardín de la casa,
donde también había una cama elástica, que mi querida amiga no dudó en probar,
era muy gracioso verla saltando con una cara de felicidad máxima. No tengo
fotos ni del juego ni de Tere saltando porque tenía la cámara en la habitación,
y me pasé el finde haciendo fotos como una china y ya me daba nosequé ir a por
ella.
El
domingo fue el día que nos tocó a nosotras cocinar, hicimos dos tortillas de
patatas con el máximo cuidado, aunque no pasaría nada si nos hubieran salido
mal, porque nunca la habían comido, pero no podíamos defraudar. Nos quedaron
genial (como siempre… jajaja) y nos pidieron la receta, cuando la hagan nos
mandarán la foto por Facebook. ¡Qué majos! Después de la comida recogimos para
irnos, porque íbamos al “Val Sans Retour”, en Brocéliande, y de allí ya volvíamos a Angers.
Llegó la hora de irse y nos despidieron con 4 besos a cada
uno, algo muy típico aquí cuando te despides de alguien “querido” al que
tardarás en ver. Nos han tratado tan tan tan bien, que Tere y yo hasta nos
sentíamos mal con tanta hospitalidad, y nos ha dado mucha penita irnos. Nos
subimos al coche y llegamos al “Val Sans Retour”, un bosque famoso por la
legenda del Rey Arturo y los caballeros de la mesa redonda. Vimos el atardecer
desde allí y Marine nos contó muchas de las historias que giran en torno a ese
valle, porque estuvo trabajando de guía. Fue muy interesante y pudimos
aprovechar la visita al 100% gracias a ella.
Mathieu y Funky en el trono de Merlin
Cuando empezó a oscurecer, subimos al coche para volver a
Angers y no tardamos nada en quedarnos dormidas ambas, al despertarme estaba
tan desubicada que no me acordaba ni de dónde estaba… me tuve que tocar el queixo (mentón) para cerciorarme de que no me había babado... jajajaja tres horas para volver que
se pasaron volando. Nos dejaron en la misma puerta de casa y nos despedimos de
ellos con el corazón encogido y encantadas por el fin de semana tan genial.
Fueron tan buenos con nosotras que no sabíamos qué más decirles, uno de los
mejores fines de semana del Erasmus, con inmersión lingüística incluida y
gastronomía típica.
Me encantó la Bretaña, tan verde, lluviosa y con paisajes
increíbles. Se parece mucho a lo que estoy acostumbrada a ver en Galicia, y los
bretones me recuerdan mucho a los gallegos. También son celtas y hablan otra
lengua como nosotros. Tienen otra forma de ser completamente distinta a la del Pays de la Loire, así que nuestros amigos consiguieron lo que se propusieron, cambiar nuestra opinión acerca de los franceses, ahora mucho más positiva.
Les invitamos a venir a España, ¡qué menos! y ojalá vengan a vernos para poder responder de la misma forma a su amabilidad y a su invitación. Ya se sabe que hay que tener amigos en todo el mundo.
Les invitamos a venir a España, ¡qué menos! y ojalá vengan a vernos para poder responder de la misma forma a su amabilidad y a su invitación. Ya se sabe que hay que tener amigos en todo el mundo.
Al llegar a casa a eso de las 9 de la noche, cansadas como bebés sin dormir la siesta, nos dimos cuenta al mirar nuestra socorrida agenda de la UCO, que teníamos que entregar dos trabajos de foto al día siguiente. Ya sin autobuses y con un frío del carajo, cogimos nuestras bicis, cámaras, linternas y artilugios varios, y nos fuimos al centro. Qué pereza y qué mierda de fotos hicimos, a mí me daba vergüenza entregar semejante bazofia. No volvimos muy tarde a casa, pero entre elegir las fotos buenas, pre-seleccionar, seleccionar y escribir la explicación de ambos temas (1000 palabras cada uno) nos dieron las 5 de la mañana, y la clase al día siguiente era a las 10. Cuando me sonó el despertador me dolían los ojos del sueño, total que todo el agobio para acabar entregándolas el martes en un grupo que no era el nuestro, para seguir con la racha de suerte que nos acompaña siempre aquí; así pude mejorarlas y redactar mejor el tema sin agobios.
Una manera muy nuestra de acabar el fin de semana tan genial. Espero que os haya gustado nuestra historia, una más de esta experiencia, que ya se nos está acabando...
Besos!