martes, 20 de noviembre de 2012

¡Por el amor de Cándido!


Como ya adelantaba, el viernes pasado fue una gran noche, de estas de las que dan para hablar durante días, semanas, meses y años (como el cumple de 18 de mi amiga Inés). Tanto que Clara nos preguntó in situ, a mí y a Tere, si la recordaríamos cuando tuviésemos 50 años.

Empiezo.

El plan del viernes no era demasiado alentador debido al frío y a las frustraciones con las que nos encontramos muchas noches (por no poder entrar en algunos sitios). Sufrimos la baja de Isagata, Fátima y Raquel para salir, por lo que quedábamos cuatro. A las diez en la puerta del Soft nos juntamos Clara, la Bohemia, Tere y yo. No pintaba demasiado bien el plan pero ya se sabe, las noches menos planeadas y que menos ganas de salir tienes, resultan ser las mejores. Yo me autoconvencía de esto e intentaba transmitir mi espíritu a las otras, pero la Bohemia se rajó cuando el Soft cerró y nos quedamos Clara, Tere y yo.

El Soft es un bar-pub al que últimamente estamos abonadas, el sitio está bien y el ambiente es aceptable. Los precios son asequibles, aunque he de decir que el viernes pasado recurrimos a una técnica muy rata: consumimos una vez pero el vaso siempre estaba lleno, al igual que nuestros bolsos.
Estábamos en plena conversación cuando apareció en escena Ibi Kiwito, que se unió a nosotras pero también se fue cuando cerró el pub, al igual que la Bohemia. Según Dani (Ibi Kiwito) Clara, Tere y yo teníamos un “aura divertida” encima y no queríamos dar por finalizada la noche tan temprano.

Fuera del sitio en cuestión estaban unos amigos de clase de Clara, como ya dije en alguna entrada, ella estudia Historia y Ciencias de la Música, por lo que el grupo que estaba allí fuera, también. Nos ofrecieron ir a una soirée en una casa cercana, y como ya estaba todo cerrado, ni lo dudamos. Tere y yo en bici y el resto caminando. Era una distancia corta pero fue un trayecto largo, que si le sumas el frío y la niebla, el resultado eran unas ganas inmensas de llegar al número 18 de una calle de la que no me sé el nombre.

Cuando llegamos a la casa en cuestión, nos sorprendió el ambiente que denominamos como “bohemio”. No era lo que nos esperábamos, todo sea dicho, estaba todo muy calmado, tranquilo, no había el ruido típico de una fiesta, pero tenía buena pinta. Nos acomodamos las tres en un sofá y desde esa cómoda perspectiva algo cambió. Sin darnos cuenta de repente estábamos en otra época. En la casa de tres pisos había un grupo de gente de lo más pintoresco, la mayoría franceses, además de un ecuatoriano y nosotras tres, españolas. En total seríamos 12.

Lo de que era ecuatoriano, nos enteramos cuando las tres estábamos quejándonos de que no se nos ofrecía ni un triste vaso de agua, pensando que nadie iba a entender nuestro perfecto español. “¡Pero sírvanse lo que quieran!” dijo en un español afrancesado el chico que estaba en el sofá de en frente. ¡Un topo! Empezamos a recapitular sobre todo lo que habíamos dicho para ver si teníamos que morirnos o no de la vergüenza, pero en los veinte minutos escasos que llevábamos allí, no nos dio tiempo a cagarla ni a irnos de la lengua sin saber que había alguien que nos entendía. Lo más gracioso era cuando a Clara se le olvidaba y hablaba delante de él sin ningún tipo de reparo, mientras Tere entre dientes y sin perder la compostura, farfullaba algo como “Clara, que entiende todo…”.

En el salón había un piano, que pronto fue el protagonista de la noche. Todos los que estaban en la casa eran músicos y tocaban algún instrumento, menos Tere y yo, que somos un proyecto de publicistas y sabemos de música lo mismo que de física. Todos los “bohemios” se pusieron a cantar, pero no a gritos y desafinando como haríamos mis amigas y yo. No, no, en plan bien y profesional. Nosotras tres desde el sofá de piel blanco no dábamos crédito. Tere se acercó y se quedó de pie atenta al espectáculo que acababa de empezar ante nuestros ojos. Desde Yesterday, Stand by me (ahora es cuando cobra sentido la entrada anterior) hasta Billy Jean.

El rollo era como como el de esta canción, no podíamos estar más entusiasmadas... si quieres saber cómo, pincha.

¡Pero qué temazos! Fue como tener a los Beatles en el salón de casa cantando para ti. Me da tanta rabia no haber grabado ese momento… pero tendría que interrumpir el concierto espontáneo y no quería ni pestañear para no perderme ni medio segundo. Pero hay un par de momentazos grabados, uno de ellos fue el final de la soirée. Todos sentados en una cama pendientes de Adrien (el de la casa) tocando el acordeón y cantando, cada uno de nosotros con un instrumento en la mano, porque de repente Leiva (un chico al que apodamos así por su parecido con el cantante de Pereza) empezó a sacar todo tipo de artilugios de una maleta. Tere tenía una especie de palo, yo una mini maraca roja (no pudo faltar el dale Mar Roca!) y Clara una cosa que yo llamaba cencerro (pido perdón por mi incultura musical…).

En fin, no puedo describir con palabras lo que fue esa noche, se le aproximaría un poco a surrealista, bohemia, rara (en el buen sentido), divertida, absurda… pero creo que me quedo con diferente, porque sin ninguna duda lo fue. Nos dolía la tripa de reírnos y las manos de aplaudir. No sé en qué momento Tere se hizo con un sello de estos como los que van en los documentos oficiales, pero con el nombre y apellidos de Adrien, su dirección, su profesión... y nos llenó brazos, cuello y cara incluída (la bochecha de Clara estaba afectada) porque le pareció una muy buena idea. Vaya cuadro.

Pero como ya se sabe que una imagen vale más que mil palabras, hoy no enseño fotos, os dejo dos vídeos que grabé de venada audiovisual comunicativa.




Por último, añadir que este finde Tere y yo nos vamos a la Bretaña con una pareja de franceses entrañables. Los conocimos en el covoiturage ( http://www.covoiturage.fr/ una página web en la que conductores ofertan plazas libres en su coche para viajar y tú como pasajero la compras, en España se llama blablacar, http://www.blablacar.es/ que por cierto, recomendadísimo) y ellos fueron los que nos llevaron a París. 

A ver que sale de ahí, estaremos de viernes a domingo con ellos con la única condición de hacer comida de “chez nous” (de nuestra casa), no nos podemos quejar porque hemos tenido una suerte increíble.

¡Besos!


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