lunes, 14 de enero de 2013

Galician road


¡He recuperado mi identidad y vuelvo a tener móvil! La identidad, por suerte, no la había perdido nunca, pero ahora tengo esa tarjetita de plástico que acredita que soy quien digo ser, es decir, tengo un bonito dni otra vez en mi cartera y ya no tengo que enseñar una fotocopia cada vez que pago algo con tarjeta. Y el móvil, pues bueno, para haber costado 0€ está muy bien.

La mañana que fui a hacerme el dichoso carnet de identidad a la comisaría de Santiago, aproveché para hacerme el pasaporte también, todo sea por el “por si acaso”, que la verdad no tengo planeado ningún viaje a otro continente (ojalá lo tuviera). Me dio muchísima pena renovarlo porque lo tenía sellado en dos páginas y ahora lo tengo vacío, como si no me hubiera movido de mi casita.

En fin, que me dejé allí una buena pasta sobre la mesa, y el funcionario que me atendió me dijo amablemente “vaya, veo que te habías sacado el dni en septiembre”, pues sí señor, me lo había hecho en septiembre y vuelvo en enero porque he decidido levantar el país pagando los 10 euros con 40 céntimos que cuesta este documento, como soy publicista (seré) me ha parecido una manera muy original de contribuir a las arcas del estado, y nada, aquí estoy de nuevo, apoquinando para ayudar con mi modesta pero reiterativa contribución, porque yo lo valgo, como L’Orèal. Obviamente no le dije eso, pero me dio tiempo a pensarlo y a que mi cara le transmitiese un poco de lo que pasaba por mi cabeza, ya sabéis que cuando quiero puedo ser borde como yo sola.

Con mis dos documentos nuevos en el bolso y después del madrugón, fuimos a desayunar al bar de enfrente para espabilar un poco; digo fuimos porque mi prima Marta se solidarizó con mi causa y me acompañó para hacerse el pasaporte ella también. El plan del día era irnos a Ézaro. A las 13:30 salía Sara de clase (mi otra prima) y nos íbamos las 3 en amor y compañía a hacer un poco de turismo pola terriña. Que la verdad, me da un poco de vergüenza no conocer sitios tan bonitos como es Ézaro (por decir uno de los mil que hay) y que están aquí al lado.

Desde aquí reivindico el turismo de “ida y vuelta” a sitios cercanos de Galicia, que los tenemos tan a mano que nos olvidamos de ellos. Como dato, y para que veáis la gravedad del asunto, la primera vez que pisé la catedral de Santiago (sí, la ciudad en la que vivo) fue cuando el colegio nos llevó allí porque era año santo, yo era muy pequeña, pero bueno, que mis padres jamás me habían llevado a conocer el interior de una de las catedrales más conocidas de España. ¿Por qué? porque como está aquí, y siempre estará, se le quita importancia, y al final esto es lo que pasa. Una vergüenza, que a ver, realmente no es culpa de nadie, yo era un moco que no levantaba ni medio palmo y mis padres la tienen tan vista que dieron por hecho que yo también, pero vamos, que a las pruebas me remito.

Para los que no sabéis dónde está Ézaro o es la primera vez que escucháis este nombre, os cuento un poco, o mejor, os pego aquí información de Turismo de Galicia, que controlan más del tema que yo:

Ézaro es un pequeño pueblo de la Costa da Morte, pertenece al Concello de Dumbria, y situado a poca distancia del pueblo del Pindo. En Ézaro se encuentra uno de los espectáculos naturales que podemos disfrutar en Galicia, el río Xallas es el único río de Europa que desemboca en cascada.


Desde el mirador además de divisar la cascada podemos ver el cabo de Finisterre y también contemplar el pueblo de Ézaro y su playa; al frente, la mole granítica del Monte do Pindo y el Monte Peñafiel. Se observa además la pared de la presa de Santa Uxía, que retiene las aguas del Xallas.


El sitio tiene todo lo necesario para que la visita sea de carácter obligatorio, por lo que después de recoger a Sara, nos pusimos en camino. Por ponerle un poco de emoción al viaje, Marta decidió no repostar hasta que estuviéramos enfiladas en la autovía, ya que había gasolina para 80 kilómetros, y de Santiago a Ézaro hay aproximadamente esa distancia. Ella de conductora, Sara detrás y yo de copiloto, que no soy de gran ayuda porque la verdad es que no me entero de nada, como no tengo el carnet de conducir (próximamente) eso de las carreteras, direcciones y demás no lo tengo muy controlado… total, que no hacía ni 500 metros que habíamos dejado atrás Compostela y de repente al coche se le da por acojonarnos, de 80 había pasado a 50 kilómetros, y bajando, cuando no habíamos recorrido esa distancia.

Por la autovía y ni rastro de una gasolinera, y a mí no me sonaba haber visto ninguna por allí. Marta no sabía si reír o llorar, se le veía en la cara. Apagamos la radio, quitamos el cargador del móvil y ella el pie del acelerador. 50, 40, 30, 25… ¿¿25 kilómetros?? Ya nos veíamos las 3 paradas en el arcén con los triángulos y toda la pesca, vamos, un comienzo de viaje cojonudo. Mi prima Sara está estudiando un curso de azafata de vuelo, y había salido de la escuela con el uniforme puesto, pañuelito y chapa incluida, por lo que Marta y yo nos partíamos, ya teníamos quien señalizase toda la maniobra como una profesional.

Cuando la cosa parecía que se estaba poniendo peor, llegaron las cuestas abajo y  empezaron a subir los kilómetros, acabamos con 70, y con el susto en el cuerpo. Cuando llegamos a la gasolinera salimos del coche para besar el suelo y abrazar al gasolinero de ese pueblo perdido al borde de una carretera secundaria, ¡pero qué alivio! Yo antes de llegar al paraíso en forma de gasolinera Galp sólo le decía a Marta “venga no me j**** con la suerte que tienes y lo positiva que eres esto no nos puede estar pasando” y de repente empezaron a aumentar los kilómetros. “¡Marta eres como Jesucristo! En vez de multiplicar los panes y los peces multiplicas gasolina! ¡Eres como un pozo de petróleo andante! ¡Vamos a ser ricas!” Estas tonterías las decía antes de llegar a la gasolinera, para que la mujer se animase un poco y quitarle hierro al asunto.

Después de llenar el depósito con este líquido tan preciado y de que Sara cambiase su uniforme de azafata por ropa normal, seguimos con nuestro camino. La señorita del gps nos llevó por las carreteras mas estrechas y perdidas que había, pero bueno, hay que conocer mundo, no? Aunque el plan era ir por la costa... al ir por el interior, cada vez que veíamos a algún paisano, pitábamos y nos saludaban todos contentos levantando lo que llevasen en la mano (siempre llevan algo, no falla). Todo verde y envolvente, Galicia calidade. 

Hice un vídeo para que se vieran las carreteritas por las que íbamos, al no tener nada con lo que sujetar el móvil, parece que tengo parkinson, pero no, tranquilos todos, es por el movimiento del coche.



Cuando llegamos al mirador de Ézaro no había nadie. Ningún coche aparcado, ni rastro de civilización. Sólo se escuchaba nada. Nos asomamos al paisaje que teníamos en frente; era increíblemente sobrecogedor. Había merecido la pena el susto, la recompensa dejaba al margen el percance gasolinero. Yo no sabía a qué hacerle fotos, lo veía todo tan grande y tan impresionante que cualquier disparo que hacía me parecía una basura. Las fotos que hice no me convencen demasiado, porque no cabe en una sola imagen la impresión que allí se vive y se ve. Las fotos que tengo son bonitas gracias a escenario donde están hechas.

Tan azul y tan verde que parece que no pueden existir otros colores sobre el horizonte. En sitios como el mirador de Ézaro te das cuenta de lo bonito que es Galicia, la paz del mar y el olor del aire que se respiran aquí no los hay en ningún otro sitio. Las tres solas ante el vacío de la grandeza más absoluta nos quedamos unos segundos en silencio, no había nada que decir.

Volvimos al coche y bajamos para ver la cascada. A mí personalmente me parecía mucho más espectacular en las fotos que había visto, pero aún así, es digna de ver. Estuvimos un rato por allí, cuando me di cuenta era yo la única que seguía haciendo fotos. Marta y Sara ya estaban sentadas en el coche, por lo que le puse la tapa a mi cámara y volví a ocupar el asiento de copiloto. De la cascada nos fuimos a comer a Cee, un pueblo que está al lado, ya que pasaba bastante de la hora de comer y las tripas se resentían. Cuando dimos por finalizada la visita nos pusimos en marcha y volvimos a Santiago, con una parada previa en el Corte Inglés antes de volver a casa.

Ahora que estaremos las tres en Galicia, estos “viajes de ida y vuelta” serán mucho más frecuentes (o eso espero). Así podré presumir todavía más del encanto de Galicia, pero con conocimiento de causa. Seguro que a muchos de los que me estáis leyendo os pasa lo mismo. Nos vamos fuera para ver cosas nuevas sin conocer las que tenemos aquí. No voy a negar que si me proponen ahora un viaje a Moscú yo no diré “ah no no, primero vamos a Foz que me han dicho que es precioso”. No llegaré a esos extremos, pero sí tengo más curiosidad que antes por saber todo lo que me estoy perdiendo cerca de mi casa.

Como siempre, y para no perder las costumbres, os dejo unas fotos que ilustran mis palabras, que yo tengo la firme opinión de que “una imagen vale más que mil palabras”. Juzgad vosotros mismos.



















































Hacía muchísimo viento y bastante frío, por lo que yo decidí ponerme manoplas y mi socorrido y calentito abrigo de "granjera busca esposo", como lo llamó mi amiga Eukene la primera vez que me lo puse en Tarragona. El día engañaba bastante, porque hacía sol, pero el aire estaba congelado. No estuvimos todo el tiempo que nos gustaría en el mirador por esta razón, dentro del coche al menos teníamos la nariz a una temperatura normal. Estuvo bien el día la verdad; yo me he quedado con las ganas de ir a la playa de las Catedrales, o alguna otra playa paradisíaca que tenemos por aquí.

Estas semanas han sido de lo más normalitas, mis amigos están todos encerrados en la biblioteca estudiando, y yo soy la única afortunada que no tiene exámenes. Aunque más que suertuda me siento una pringada. Con la gente ocupada mis planes se limitan a horarios de descanso y poco más. 

Se acabaron las navidades y llegaron las rebajas, cita que no me perdía nunca, salvo este año, que mi fiel compañera del primer día pidió la baja por tener que estudiar. Creo que desde que tengo uso de razón empezaba las rebajas con Cris (Pazos), ya tenemos la técnica pillada, ir con falda y de medias para no tener que entrar al probador a probarse nada, con bailarinas para no tener que atar y desatar cordones molestos y bolso grande para meter las bolsas pequeñas, y mientras una hace la larga y eterna cola, la otra rebusca gangas. Pero nada, este año ha muerto una tradición.

Antes de que mis amigas volvieran a sus respectivas ciudades universitarias o destinos erasmus, dando por finalizadas las vacaciones, quedamos todas para darnos los regalos del amigo invisible, entrañable tradición instaurada el año pasado; ya que nunca nos regalamos nada (somos así de cutres, para que luego se lleven la fama los catalanes) y la navidad es una fecha muy factible. Después de todas las navidades viendo a mis amigas por fascículos, el día del intercambio de regalos fue el más multitudinario, seguido por el de fin de año en casa de Ana para la foto de rigor (que para estar hecha con el iPhone 5 de la susodicha, es bastante mala).


Amigo invisible: yo, Laro, Natalia, Leti, Inés, Pereira, Pazos, Albi, Pintos, Sara, Nere y Bea

Fin de año: Inés, Leti, Belén, Laro, Mateo, Nere, Sara, Pazos, yo, Pintos, Ana y Pereira

La cosa estuvo bastante calmada en navidad por el tema de los exámenes que yo no tengo, la mayoría salimos en fin de año y unas cuantas en Reyes, que a mí por lo menos me parece mucho mejor noche para salir que la del último día del año, menos multitudinaria y al final te lo acabas pasando mejor. Ambas estuvieron muy bien, la verdad que yo no tengo queja de mis vacaciones salvo la cita previa que pido para ver a la gente que está chapando.

Reyes: yo, Nere, Leti y Mateo

Reyes: yo, Pintos, Pereira, Leti e Inés

Reyes: Pichis, Nere, Leti, Sebas, yo e Inés

Yo por mi parte he estado acabando los trabajos que tengo que enviar a Angers, que no tengo exámenes, pero tampoco estoy de brazos cruzados. El viernes tuve el placer de quedar con Tere para esta laboriosa tarea. Mañana en la biblioteca y después ir a comer con ella y con Javi. Fue super raro estar con ellos aquí, en Santiago, pero muy bien la verdad. Es genial tener a Tere cerca, el bajón post-erasmus se hace más llevadero. Y más cuando Clara, Isa y la Bohemia están en Angers otra vez... 

Esta tarde quería haber ido al Centro de Arte Contemporánea (sí, en femenino, que está en gallego) con un amigo a ver la exposición "Vibracións prohibidas" pero los lunes está cerrado. Para los que estéis en Santiago y os apetezca un plan cultural, este está muy bien, y para los que no, dejo el enlace aquí por si tenéis curiosidad u os apetece saber de qué va la cosa.

Mañana me toca volver a Pontevedra, a hacerme la foto de la orla y a clase. Todos los martes tengo clase de la única asignatura de este cuatrimestre, así que vuelta a la vida que dejé allí en el 2011. Mi amiga Mar está este curso de séneca en Salamanca y fue a hacerse la foto el otro día al estudio en Vigo, me la pasó por whatsapp y fue verla con la toga y se me encogió la vida, aún me acuerdo del día que la conocí, en septiembre de 2009. Y verla tan "mayor" de repente y con esa sonrisa de foto me impresionó un poco.

Cómo pasa el tiempo, y qué rápido parece que se "acaba" todo (entre comillas, porque lo que realmente acaba es de empezar, nuestra vida laboral digo). Y con esto pongo punto y final al post de hoy, espero que os haya gustado y que pongáis en práctica el consejo de aprovechar los sitios que tenemos cerca. Que nos estamos perdiendo muchas cosas a las que no le damos importancia por pura pereza.


2 comentarios:

  1. Buen post, suerte en la fotografía para tu orla.

    Por cierto, la cafetería del "amigo invisible" es preciosa, tiene un aire muy provenzal ;)

    ¿Es en Coruña?

    ¡Besos!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola! Muchas gracias! La cafetería es en Santiago, se llama París y es muy conocida en Santiago. Hace poco que la reformaron y ahora es un sitio precioso, muy recomendable.

      Eliminar