La primera vez que pisé la ciudad Condal fue en 2008 en la excursión de fin de curso que organizó mi colegio (otros se iban de viaje por toda Italia, pero en la Compañía siempre fuimos más enxebres... jajaja); la visita en cuestión fue en calidad de turista, es decir, un circuito cerrado que hicimos acompañados por nuestros profesores que, lógicamente, no nos permitían salirnos del itinerario prefijado.
Vimos lo típico: La Rambla, el templo de la Sagrada Familia, Plaza Cataluña, el Park Güell, la Pedrera, incluso el Camp Nou... Conocimos la Barcelona más icónica pero también la más masificada por los turistas, como nosotros. Me fui de allí con la impresión de haber estado en una ciudad bonita, con muchísima vida y contrastes de todo tipo, en la que además no había cabida para el aburrimiento; definitivamente quería volver pero con más tiempo.